"SOY UNA ASESINA" DE PEDRO ARJONA Y CARLOS PÉREZ MERINERO: ANATOMÍA DE LA TURBIEDAD

 

 En los dibujos superiores, portada, solapa y contraportada del cómic Soy una asesina de Pedro Arjona, adaptación de la novela Desgracias personales de Carlos Pérez Merinero


Los lectores de La dimensión súbita ya conocen la obra y el perfil de Carlos Pérez Merinero por un artículo anterior en el que hablaba de un texto que reedité en abril de este año en el que ahondaba en su figura e intentaba explicar las claves de su peculiar extrañamiento dentro del panorama de la literatura y el cine de nuestro país. Pero como ocurre con la mítica isla de San Borondón, que de vez en cuando se hace presente ante los ojos de los navegantes en las aguas próximas a las Islas Canarias para después volver a desaparecer y no tener espacio en los mapas, periódicamente las obras de Carlos Pérez Merinero, por un motivo u otro, vuelven a ser noticia y convierten a su autor en una referencia recurrente a la hora de hablar de esa categoría difusa, escurridiza pero absolutamente contundente e inapelable de "autor maldito", de autor que solo puede ser divulgado de manera limitada porque su temática, su estilo o su punto de vista parecen ser inasumibles para un sector mayoritario del público. La manera en que Carlos Pérez Merinero entendió el género negro-criminal tiende a provocar un rechazo que nace de la posición en que aquel se sitúa frente a la realidad, en un punto perfectamente equidistante entre el naturalismo y la construcción puramente estética. El género negro-criminal no es realista, ya que atiende a unos cánones estilísticos claramente delimitados que ponen el énfasis en los aspectos violentos y delictivos, pero, en última instancia, acaba revelándonos facetas de la condición humana que son ásperas, molestas y desagradables y lo hace con mucha más tino, precisión y contundencia que muchas obras estrictamente realistas. Es por ello que las creaciones noir son fácilmente rechazables por su "superficie" cuando, al final, lo que inconscientemente se rechaza es su "fondo", sus moralejas esclarecedoras de elementos que pretendemos eludir y que nos resultan incómodos contemplar en artefactos narrativos que acaban siendo un bisturí implacable que diseccionan hasta el tuétano la realidad social y el alma humana. Esto es lo que sucede con la novela Desgracias personales, que Carlos Pérez Merinero publicó en 1993 y que ahora ha sido adaptada al formato cómic por el ilustrador, diseñador gráfico y pintor Pedro Arjona.

 

 

Portada interior del cómic Soy una asesina

 

La novela gráfica Soy una asesina está protagonizada por una mujer, Julia, cuya profesión es la de montadora de cine. El trabajo le va bien (Marta Rivas, una afamada y prestigiosa directora, quiere encargarle la edición de su próxima película) aunque su vida personal no parece tener demasiados alicientes. Una noche, yendo de vuelta a su casa en su automóvil, cruza un parque y es testigo de una escena que supondrá un dramático y sorprendente giro en su vida: acabará matando a una persona y deshaciéndose de su cadáver en una cueva a las afueras de la ciudad. Hay una fricción evidente entre los hechos tal como nos son presentados y la manera en la que la protagonista nos los expone (fricción que, conforme avance la trama, se convertirá en contradicción flagrante). Las decisiones que va tomando el personaje a raíz de la circunstancia clave del argumento son dudosas, erráticas y discutibles, correspondiendo a una extraña lógica que no siempre podemos explicar.  El remordimiento es difuso y escurridizo, viene y va, en ocasiones parece inexistente, la mayoría de las veces se hace patente más por sus síntomas que por su articulación o verbalización expresas. Todo ello no se refiere única y exclusivamente a la protagonista, los hechos que se van sucediendo y las actitudes de quienes rodean al personaje tienen ese mismo patrón de ambigüedad turbia que deja siempre al lector desconcertado y pendiente de una explicación que no llega porque no puede llegar, porque, despojado de disfraces, máscaras y apariencias, el ser humano acaba mostrando inexorablemente todos sus aspectos egoístas, sórdidos y resbaladizos, tanto sea en situaciones extremas como en momentos en los que la ausencia de mirada ajena no nos hace necesario rendir tributo a una ética o moralidad en las que, en el fondo, no parece que creamos demasiado. Cada cual parece construir el relato que le conviene con independencia de unos hechos objetivos que, tal vez, solo sean una quimera: los hechos objetivos no existirían, solo la interpretación subjetiva de los mismos.


 

 Página de la novela gráfica Soy una asesina

 

La trama de Soy una asesina, seguramente influida por el conocimiento cinematográfico de Carlos Pérez Merinero, se podría emparentar con las películas cuyo tema central es de la "mujer vengadora", el de la mujer que no se resigna a aceptar el papel pasivo y pacífico que se le asigna incluso en situaciones de violencia a las que se puede ver sometida y que decide rebelarse respondiendo sin titubeos a la agresión sufrida con una agresión de similares características. Ahí tenemos películas como La novia vestía de negro (1968) de François Truffaut, Coto de caza (1983) de Jorge Grau, Kill Bill, Vol. 1 (2003) y Kill Bill. Vol. 2 (2004) de Quentin Tarantino o La extraña que hay en ti (2007) de Neil Jordan. Hay incluso un subgénero, denominado rape & revenge, consistente en historias de mujeres que deciden tomarse la justicia por su mano contra los violadores y que está representado por títulos como La última casa a la izquierda (1972) de Wes Craven, Acto de venganza (1974) de Bob Kelljan, Lápiz de labios (1976) de Lamont Johnson y Escupiré sobre tu tumba (2010) de Steven R. Monroe. Lo interesante de la historia que nos relata Soy una asesina es que, mucho más allá de su detonante inicial, la narración va progresivamente adquiriendo hondos y sorprendentes matices que terminan explorando de manera despiadada el carácter inherentemente ambiguo de la realidad (si existe algo que podemos denominar de forma apropiada "realidad") y el desasosegante poso de amoralidad que late en el fondo de toda alma humana.

 

Carteles de algunas películas que corresponden al patrón de la "mujer vengadora"

 

En coherencia con el relato, el trazo y los colores que Pedro Arjona elige para su novela gráfica son borrosos e imprecisos, con predominio absoluto de blancos, negros y grises (en absoluta y consciente contraposición de lo que podría ser, por ejemplo, un cómic de "línea clara"), creando todo ello una atmósfera brumosa y parduzca que es el correlato visual perfecto para la asfixia psicológica en la que se mueven los personajes de Soy una asesina. Conforme el cómic avanza, hay viñetas en las que el dibujo apenas insinúa la escena y es el lector quien tiene que reconstruir los perfiles de la misma. Hasta cierto punto, ello sitúa a ese lector en la misma posición de la protagonista de la historia. Julia, montadora de cine, tiende a re-crear y volver a re-crear (en cierto modo, a montar y re-montar) en su cabeza la hilazón de sus propias vivencias dándoles un sentido (y cambiándolo según evolucionen las circunstancias) del que, quizás, esos mismos hechos carecen. Nosotros, mientras leemos y, sobre todo, vemos la "novela gráfica", debemos ponernos en la misma tesitura que el personaje principal del relato y debemos bien hallar nuestro propio sentido a la narración o, tal vez, constatar que dicho sentido no existe o es meramente ilusorio, debemos enfrentarnos a unos hechos sinuosos que escapan a una interpretación nítida y unívoca y que nos obligan bien a situarnos en una incómoda incertidumbre bien a contemplarlos desde una lectura tan inequívoca como conscientemente engañosa. Cuando llegamos a la moraleja final, a ese "soy una asesina" que da título al cómic, lo que verdaderamente podemos llegar a pensar es que Julia puede ser una asesina porque cualquiera, en un determinado contexto, puede llegar a ser un asesino, es decir, que hasta el mismo lector puede ser capaz de matar en unas determinadas circunstancias. Y ello es una conclusión excesivamente demoledora que nos obliga a plantearnos cómo es la condición humana y, sobre todo, cuál es ese contexto convertido en caldo de cultivo ideal para un comportamiento de agresividad y violencia. Más allá de su "superficie", el "fondo" de Soy una asesina remite a un agudo replanteamiento de cómo es el día a día en el que nuestras vidas se ven obligadas a desenvolverse.

Enlace para adquirir la novela gráfica Soy una asesina

 

Página de la novela gráfica Soy una asesina

 

 


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