"LAS PALABRAS DEL DESCONOCIDO", NUEVA NOVELA DE JOSÉ MANUEL CRUZ

VISITA AL MUSEO PICASSO MÁLAGA: EL (VERDADERO) ARTE NO ES ASUMIBLE POR LA RAZÓN

 


El Museo Picasso Málaga reorganizó en marzo de 2024 su exposición de las obras del pintor y mantendrá el orden actual hasta enero de 2028 bajo el título Pablo Picasso: estructuras de la invención. El subtítulo de la muestra, La unidad de la obra, sintetiza y expresa a la perfección la tesis que se desea expresar al visitante: que, bajo la apariencia volcánica de las en torno a 45.000 creaciones que conforman el catálogo del autor, late un impulso común y unificador que serviría para explicar la amplia y prolífica trayectoria creativa del artista. Evidentemente, no es la primera vez ni será la última en la que, tras repasar, revisar y analizar exhaustivamente la obra de un creador prolífico y (por supuesto) fundamental, se hallan elementos unificadores y se pueden realizar preciosas clasificaciones con etapas nítidas y claramente diferenciadas. Sin embargo, ante una figura como la de Pablo Picasso, es pertinente hacerse una pregunta básica: ¿se puede esquematizar tal torrente creativo?¿O serían aplicables las palabras que el Johnny Carter de El perseguidor de Cortázar dirige a Bruno, el crítico musical, sobre la inutilidad de un empeño que casi podríamos clasificar, con un poco de ironía, como forense y taxidermista? Intentar hallar y establecer un criterio sensato de ordenación es casi absolutamente imprescindible pero, por otra parte, ¿hasta qué punto el mismo puede llegar a ser considerado, si no como un dogma de fe, como una certeza mínimamente satisfactoria? Yo ya anticipo mi respuesta: hasta ningún punto. Determinadas obras solo caben ser cabalmente comprendidas desde una multiplicidad de enfoques, perspectivas y puntos de vista que asuman que nunca van a ser dilucidadas todas las claves de un proceso creativo tan vasto como inabarcable, tan diverso como desconcertante, tan deslumbrante como turbador. Hay obras que muestran, desde su implacabilidad, la potencia genuina de la capacidad artística.


Mujer con los brazos levantados (1936). Óleo, carboncillo y arena sobre lienzo de Pablo Picasso


Es famosa la anécdota sobre la respuesta que daba Picasso a todos aquellos que, cuando contemplaban su retrato de Gertrude Stein en 1906, decían: "Pues no se parece". El pintor replicaba impávido: "Pues ya se parecerá". La frase ya denota una seguridad a la hora de crear que es la misma seguridad que se percibe en cualquier trazo del artista, que desprende siempre contundencia, firmeza y energía. Contemplar cualquier obra de Picasso, hasta el más mínimo esbozo, ensayo o experimento, es recibir un poderoso impacto visual que surge desde la convicción absoluta en la validez de lo que se está haciendo, desde la conclusión inapelable asumida de que la creación es un juego de todo o nada donde no cabe la negociación, la transacción o las medias tintas. Picasso comprendió ese concepto perfectamente y, desde un momento dado de su obra, lo aplicó sistemática y encarnizadamente, hasta completar una de las trayectorias creativas fundamentales del siglo XX. Y fue fundamental porque llegó con sus planteamientos hasta sus últimas consecuencias. La obra de Picasso es difícilmente racionalizable hasta sus últimos extremos porque el impulso artístico en su integridad (insisto, en su integridad), no es, de ningún modo, conceptualizable por la razón. Solo caben, por tanto, aproximaciones sucesivas que van proporcionando conclusiones precarias, matices discutibles y aseveraciones dubitativas. No hay más. Pretender comprender no es más que el afán de hacer autopsias a cadáveres que gozan de buena salud.


Bañista (1971). Óleo sobre lienzo de Pablo Picasso


Con todo esto que ya he dicho, y por descender a términos más prácticos y cotidianos, quiero decir que la política del Museo Picasso Málaga de reorganizar periódicamente sus fondos picassianos es la única alternativa inteligente para no acartonar la colección en un concepto cerrado y empobrecedor: cada cuatro año, si atendemos a la pauta de esta última exposición, se reordenan las obras y una nueva mirada ofrece nuevas perspectivas para lo que ya se creía sabido y conocido. Picasso es un explorador continuo de territorios desconocidos desde una premisa inicial auténticamente rompedora y desconcertante (y que, a fin de cuentas, es uno de los núcleos básicos del contenido de La deshumanización del arte de José Ortega y Gasset): el arte no reproduce la realidad sino que crea una nueva realidad que expresa una visión personal (con vocación de autenticidad) de la verdadera realidad. A partir de dicho planteamiento, se abren tantos caminos que ni tan siquiera son posibles de imaginar y Pablo Ruiz Picasso emprendió la exploración salvaje de los mismos para averiguar cómo eran, qué había en ellos y qué se podía cosechar en sus ignotos terrenos. El Museo Picasso Málaga ofrece solo una parte de esa aventura descomunal y subyugante pero que transmite la fuerza suficiente para convencernos de que el arte contemporáneo no es capricho gratuito sino conexión con otras tendencias artísticas que el academicismo neoclásico y el realismo decimonónico enterraron bajo concepciones que parecían perpetuas pero que tan solo eran convenciones destinadas a ser dejadas de lado ante nuevos hechos, nuevas circunstancias y nuevas conceptualizaciones. El arte prehistórico, el arte del Mediterráneo prerromano, el arte africano o los delirios del Barroco renacen bajo nuevas formas, inspiraciones y teorizaciones en el arte de Pablo Picasso, que, lejos de presentarse como un rompedor radical y absoluto, es, en realidad, un continuador de modelos que yacían olvidados en las buhardillas de la Historia del Arte. Picasso es un eslabón entre el pasado, el presente y el futuro que siempre será, a la vez, clásico, joven, vanguardista y alma vieja e imperecedera. En esa síntesis o mezcla imposible es donde radica, en última instancia, la grandeza picassiana. Visitar la exposición del Museo Picasso Málaga no es más que un paso necesario para verificar, constatar y consolidar esa intuición que es esencial para comprender el arte del siglo XX, para separar el grano de la paja y para conseguir que los árboles no nos impidan ver el bosque de una aventura estética predispuesta a la confusión: solo lo que tiene asentadas sus raíces en lo mejor del pasado y que, a la vez, representa un firme paso adelante hacia el futuro es lo suficientemente sólido para perdurar. Fuera de ello, solo tenemos la nada. A ver si somos capaces de aprender esta valiosa lección.


VÍDEO SOBRE LA EXPOSICIÓN

 

 

 

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