Podemos huir de nuestro lugar de nacimiento pero no de nuestro pasado, podemos viajar para siempre a un país muy diferente al nuestro pero no romper las cadenas que nos atan a una historia que nos atormenta. O sí. Todo depende, en principio, de una actitud interior, de algo que está en nuestra mano: querer dejar atrás los hechos ya acaecidos de nuestra biografía y empezar de cero o querer seguir atados a unos acontecimientos que son nuestra cárcel y nuestra prisión. Estas dos posturas posibles representan los dos hermanos protagonistas (Wafa'a Celine Halawi y Zakaria Kaakour) de Retrato de un cierto oriente, película brasileña dirigida por Marcelo Gomes (quien, con anterioridad, dirigió Cine, aspirinas y buitres –2005–, Viajo Porque Preciso, Volto Porque te Amo –2009– y Estou Me Guardando Para Quando O Carnaval Chegar –2019–) y que ganó el Colón de Oro a Mejor Película en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva 2024. Adaptación de una novela de Milton Hatoum, Retrato de un cierto oriente, que se estrena este 12 de septiembre en los cines españoles, relata el periplo de dos hermanos católicos libaneses que, tras los primeras tensiones entre cristianos y musulmanes y el inicio de la guerra contra Israel en 1949, deciden abandonar su país y viajar a Brasil para iniciar una nueva vida.
Wafa'a Celine Halawi, protagonista de Retrato de un cierto oriente
A partir de dicha premisa, la película de Marcelo Gomes narra lo que no es solo un periplo físico sino, sobre todo, un trayecto interior de los dos personajes que emprenden un viaje tan largo como incierto y que ambos afrontarán de una manera muy distinta. Mientras que ella emprende un radical proceso de transformación (magníficamente plasmado visual e interpretativamente desde su comienzo como religiosa en un monasterio católico hasta su nueva –y muy diferente– vida en Manaos, en el estado brasileño de Amazonas), su hermano sigue anclado en un pasado y en unas vivencias que no le dejan vivir en paz. Uno y otro personaje viven procesos que casi siguen una estructura de espejo. El hermano es quien quiere irse a toda costa y casi se lleva a rastras a su hermana para, posteriormente, no poder salir del infierno interior al que parece estar condenado. La hermana, quien, como ya hemos dicho, no tiene claro al principio el abandonar el Líbano, va cambiando progresivamente hasta desconectar completamente de todo lo que había constituido sus raíces y su acervo vital y cultural. Siendo este el eje central de la película, paralelamente hay otras vertientes que no hay que ignorar porque, a la vez que refuerzan y enriquecen esa trama vertebradora, poseen su propio interés y fuerza narrativa. Están los testimonios fragmentarios de los emigrantes que acompañan a los dos hermanos en su viaje marítimo a Brasil, hay una mirada lúcida y precisa sobre el encuentro de diversidades religiosas y culturales, está el paralelismo entre las tensiones que se perciben en el Líbano y las que los protagonistas se encuentran al llegar a Brasil y entre los indígenas y quienes pretenden apoderarse de sus tierras con fines económicos, existe una reflexión sobre los abismos interiores que una persona puede llegar a sufrir y cómo siempre albergamos posos subconscientes que nos pueden dejar atrapados en sentimientos sórdidos y paralizantes... Por todo ello, desde el punto de vista narrativo, Retrato de un cierto oriente es tanto un fresco de época como una exploración aguda del alma humana y de sus vertientes oscuras y luminosas.
Zakaria Kaakour, otro de los protagonistas de Retrato de un cierto oriente
Todo lo expuesto en el párrafo anterior se plasma visualmente en el film a través de un brillante y expresivo blanco y negro que consigue hacernos viajar en el tiempo con mínimo esfuerzo y sobriedad de recursos. El objetivo busca siempre el plano preciso para que la imagen fija transmita la esencia de cada momento o, alternativamente, la construcción de la escena se hace de tal modo que permita filmar la situación solo con un mínimo giro de la cámara sobre su eje. Esta planificación perfectamente medida permite hacer avanzar con gran agilidad la historia de modo que en apenas noventa minutos se logra narrar un relato relativamente complejo y con varios niveles de lectura. Desde el punto de vista visual, también hay que mencionar esas imágenes de insectos en la selva remite a referencias como Un perro andaluz o La edad de oro o Terciopelo azul de David Lynch, que sirven de correlato perfecto al oscuro trasfondo que esconde el hermano de la protagonista y que será clave para el desenlace de su historia. Como elemento final, las interpretaciones, aparte de dar plena verosimilitud a unos personajes al límite, se ajustan perfectamente al estilo visual y al ritmo narrativo del film convirtiéndose en pieza esencial para crear un conjunto coherente y armónico desde el punto de vista estético. El broche final de todo ello es el tratamiento del tema principal que afecta a la relación entre los dos hermanos que, quedando claramente patente, no se verbaliza ni se explicita en ningún momento, lo cual supone la mejor decisión narrativa posible y que viene a corroborar el tópico (aunque verdadero) aserto de que "menos es más". En definitiva, y sin haber visto el resto de películas del certamen, Retrato de un cierto oriente dignifica el Colón de Oro del Festival de Huelva y no permite hacernos dudar sobre la decisión del jurado, ofreciéndonos un film excelente y confirmando el altísimo nivel alcanzado por el cine iberoamericano, que, sin grandes alardes de producción y de recursos, siempre es capaz de ofrecer obras de absoluta validez artística e incisivo contenido temático que, en este caso, además de todos los temas descritos, desliza sutilmente una cuestión de mucha mayor enjundia: ¿hasta qué punto, en numerosas ocasiones (tal vez en casi todas), solo es posible considerar las narraciones posibles de historias auténticamente infinitas e inabarcables?
Charbel Kamel, tercer protagonista de Retrato de un cierto oriente
TRÁILER DE LA PELÍCULA:
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