La figura de Jesús de Nazaret ha sido la más reproducida y representada en toda la historia del Arte. Y, casi desde el mismo modo, ha sido abordada profusamente y desde múltiples perspectivas a lo largo de la historia del cine y la televisión. Los 24 títulos qu traemos a colación hoy en La dimensión súbita aprovechando que es Semana Santa abarcan, nada más y nada menos, que un período de 104 años, más de un siglo, y a lo largo del mismo los matices y las variaciones han sufrido grandes cambios y transformaciones.
Intolerancia (1916) de David W. Griffith
Intolerancia estaba formada por cuatro fragmentos históricos (la caída de Babilonia, la vida de Jesús, la matanza de la noche de San Bartolomé contra los hugonotes en 1572 y una historia que se desarrollaba en el tiempo contemporáneo de la película). Con anterioridad a este film, solo se había realizado La Vie et la Passion de Jésus-Christ (1903) de Ferdinand Zecca (el cual tendría una segunda versión realizada por el propio Zecca con codirección de Segundo de Chomón) como título importante a destacar en relación al tema, de modo que podemos afirmar que Intolerancia fue prácticamente la primera gran producción que abordó la figura de Jesús. Griffith realizó Intolerancia como reacción a las polémicas, críticas y controversias con que había sido recibida El nacimiento de una nación (1915), cuya segunda parte era una apología abierta y nada disimulada del Ku Klux Klan, trazando una exaltación de la tolerancia y de la convivencia de ideas y mentalidades diferentes, con una condena final a la I Guerra Mundial que estaba teniendo lugar en ese momento (y en la que Estados Unidos, recordemos, aún no estaba participando). El fragmento sobre la vida y muerte de Jesús (interpretado por Howard Gaye) no era el de mayor extensión de los cuatro y en él tampoco se muestra de manera detallada su biografía sino solo momentos concretos, los más conocidos, pero, no obstante, Griffith lo incluyó estratégicamente para situar al cristianismo como foco y origen de la posibilidad de una sociedad abierta, libre y tolerante y, en cierto modo, para dibujar un paralelismo entre el destino de Jesús y el suyo propio por haber sufrido también él una "crucifixión" por haber realizado El nacimiento de una nación. No es, ni mucho menos, el mejor fragmento de la película pero marcó por muchos años el modo en el que fue abordada la figura del nazareno, del mismo modo que todo el cine de Griffith tuvo una repercusión decisiva en el séptimo arte a lo largo de muchos años posteriores.
Páginas del libro de Satán (1920) de Carl Theodor Dreyer
El danés Carl Theodor Dreyer es uno de los grandes cineastas que trató la cuestión de la espiritualidad en su cine con títulos como La pasión de Juana de Arco (1928), Dies Irae (1943) y Ordet (La palabra) (1955) y, por ello, no es de extrañar que en algún momento de su filmografía la figura de Jesús hiciera acto de presencia. Y lo hizo en uno de los cuatro fragmentos de Páginas del libro de Satán (una estructura que, obviamente, es eco de la de Intolerancia de Griffith), unidos por la intención del ángel caído Satanás de encontrar un alma que resista sus tentaciones y poder acortar, así, acortar su condena de estar alejado de Dios. El segmento en el que aparece Jesús de Nazaret (encarnado por Halvard Hoff) refleja el momento en que, estando en Jerusalén durante la Pascua, sufre, por un lado, la presión de los sacerdotes del Templo liderdos por Caifás y, por otro, la traición potencial que se está gestando dentro del grupo de apóstoles por parte de Judas Iscariote. Debido al gran peso que la influencia de Griffith tenían en ese momento, los ecos del estilo del director estadounidense son evidentes en Páginas del libro de Satán. No obstante, algunos de los rasgos de estilo y de las preocupaciones temáticas de Dreyer son ya palpables en el film, de modo que el talento del teórico discípulo brilla ya en algunos momentos muy por encima del que era en ese momento su afamado profesor.
Rey de reyes (1927) de Cecil B. de Mille
El cine de Cecil B. de Mille, muy influido por la grandiosidad y tono épico del de Griffith, tras llevar a cabo la primera versión de Los diez mandamientos en 1923 (muy diferente, por cierto, a la de 1956, protagonizada por Charlton Heston) fue el primero en realizar una gran biopic sobre la vida de Jesús, protagonizado por H. B. Warner, en 1927.. El gran mérito de la película de Cecil B. de Mille es que, más allá de una iconografía de corte ortodoxa y tradicional, intenta hallar recursos cinematográficos para expresar el mensaje religioso que el director desea transmitir y, así, en el primer momento en que aparece Jesús, lo hace desde un fondo negro que va fundiendo, poco a poco, desde negro hasta que vemos la imagen del Mesías con plena nitidez en lo que es el plano subjetivo de una niña ciega que recupera la vista gracias a un milagro de Jesús, en lo que es una metáfora de la acción de la fe sobre el creyente. Rey de reyes es una película que se ajusta, por lo demás, a la colosalidad habitual de la superproducciones de de Mille y a su tono épico y grandilocuente, que llegó a su máxima expresión en la versión de 1956 de Los diez mandamientos, ofreciendo un gran espectáculo visual y cinematográfico.
El signo de la cruz (1932) de Cecil B. de Mille
Seguimos con Cecil B. de Mille y lo hacemos con El signo de la cruz, una adaptación no reconocida de la novela Quo Vadis? (1896) de Henryk Sieenkiwicz que, en 1951, tuvo su adaptación "oficial" con la película de Mervyn Le Roy, protagonizada por Robert Taylor, Deborah Kerr, Peter Ustinov y Leo Genn. El signo y la cruz nació de la estela previa de títulos previos ya citados de de Mille como Los diez mandamientos (1923) y Rey de reyes, y se centraba en la llegada del cristianismo a Roma en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Jesús y en las primeras persecuciones contra los cristianos dictadas por Nerón. Protagonizada por Fredric March, Claudette Colbert, Elissa Landi y Charles Laughton, la película, a pesar de su temática religiosa, se las vio y se las deseó con los preceptos del código Hays debido a un baile de Joyzelle Joyner considerado excesivamente sensual y por algunas escenas de Claudette Colbert, quien interpretaba a la emperatriz Popea, en las que la actriz no se ponía ningún tipo de cortapisa para estar a la altura de la voluptuosidad del personaje al que interpretaba. A pesar de su carácter de adaptación no reconocida de la novela del autor polaco ganador del Premio Nobel de Literatura en 1905, la calidad de El signo de la cruz es superior a la de la película de Mervin LeRoy de 1951, mostrando la habilidad de Cecil B. de Mille para la realización de superproducciones de gran envergadura y de carácter colosal.
El Judas (1952) de Ignacio F. Iquino
Sorprendente película, como muchas de las que hizo el español Ignacio F. Iquino, en el que la representación de la Pasión de Cristo en el pueblo catalán de Esparraguera (con la participación de muchos actores aficionados participantes en dicho espectáculo teatral que se celebra en dicha localidad desde hace más de cuatro siglos) se convierte en el centro de una historia de conversión y transformación personal. Antonio Vilar es un negociante sin escrúpulos que, aunque tiene asignado el papel de Judas Iscariote en la representación de la Pasión, desea interpretar el de Jesús. Aprovechando un robo en la fábrica donde trabaja dicho actor principal, el negociante logra que culpen a este, que acaba yendo a la cárcel y, así, él consigue el papel que tanto ansía. Sin embargo, una vez caracterizado como Jesús, va sufriendo un cambio progresivo que le llevará a un proceso de transformación absolutamente radical por el que pondrá en discusión todos los espurios fundamentos sobre los que su vida estaba construida.
Ben-Hur (1959) de William Wyler
Ben-Hur. A tale of the Christ ("Ben-Hur. Un relato de Cristo") era el título original de la novela de Lew Wallace (general estadounidense que llegó a ser gobernador de Nuevo México) publicada en 1880 que contó con un enorme éxito de ventas desde el mismo momento de que saliera a la luz. Tuvo una primera adaptación teatral en Broadway en 1899 y existen cuatro adaptaciones cinematográficas de ella: una versión reducida en formato cortometraje de quince minutos, en la que solo se reproducen dos de los pasajes de la obra, en 1907, dirigida por Sidney Olcott y Frank Oakes Rose, otra versión de 1925, dirigida por Fred Niblo y protagonizada por Ramón Novarro, que ya fue todo un éxito de taquilla y que incidía más en la visión de su protagonista como luchador por la independencia de su país que como beneficiario de una profunda transformación espiritual, la de 1959, la mejor de todas, ganadora de 11 óscars, siendo la película que ha obtenido más estatuillas junto a Titanic (1997) de James Cameron y El señor de los anillos: El retorno del rey (2003) de Peter Jackson, y la de 2016, dirigida por Timur Bekmambetov, que introduce algunos cambios sustanciales en el desarrollo y el desenlace de la historia. La versión de 1959, que es la que nos ocupa, fue dirigida por William Wyler y protagonizada por Charlton Heston, Stephen Boyd, Jack Hawkins y Haya Harareet y toda ella se basa en un colosal arco argumental en el que el deseo de venganza de Judá Ben-Hur (Charlton Heston) contra su antiguo amigo Mesala (Stephen Boyd) no se ve satisfecho tras su consumación (en la impresionante carrera de cuádrigas filmada por Yakima Canutt como director de la segunda unidad) porque la calma espiritual solo es posible a través del mensaje de paz que Jesús proporciona (con un cuenco de agua como elemento simbólico clave). Sin ser una biografía de Jesús (de quien no vemos su rostro a lo largo de todo el film), el Ben-Hur de William Wyler es, posiblemente, la película que con más excelencia artística ha logrado transmitir el mensaje evangélico.
Barrabás (1961) de Richard Fleischer
Adaptación de la novela homónima del autor sueco Pär Lagerkvist, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1951, esta película protagonizada por un impresionante Anthony Quinn, Silvana Mangano, Arthur Kennedy, Katy Jurado, Vittorio Gassman, Valentina Cortese, Ernest Borgnine y Jack Palance, representó un primer giro en la forma en que era mostrada la historia bíblica. Dirigida por Richard Fleischer, un director especialista en películas de acción, de aventuras y de género criminal, la estética de Barrabás huye del canon fijado por Griffith, de Mille y Wyler y adopta una textura más tensa, agitada y convulsa para narrar la supuesta biografía del bandido que fue elegido por la multitud congregada ante Poncio Pilato para quedar libre de la crucifixión en detrimento de Jesús de Nazaret. En el film, hay mucha violencia explícita, insinuaciones nada disimuladas de relaciones sexuales entre dos de los personajes y una pátina de pesimismo que impregna prácticamente todo el metraje de la película, pesimismo heredado del tono de la novela original. Incluso, la conversión final del protagonista está ausente de cualquier muestra de grandeza o misticismo y parece más bien torpe y poco meditada, aunque, no obstante, en la escena final, se revela sincera y convencida. Barrabás demostró, en definitiva, que había otras alternativas más allá del academicismo griffithiano para narrar los hechos relatados por los evangelios.
Rey de reyes (1961) de Nicholas Ray
Samuel Bronston, decidido a instalarse en España para crear un centro de producción independiente de Hollywood, decidió iniciar su andadura en nuestro país con esta biografía de Cristo para ganarse el favor del régimen franquista. No obstante, Rey de reyes de Ray viene a ser algo así como dos películas que coexisten claramente separadas en la película global. Por un lado, la biografía de Jesús, desde su nacimiento hasta su Pasión, Muerte y Resurrección, narrada de forma convencional y ortodoxa. Por otro lado, se va intercalando una aguda y precisa exposición del contexto sociopolítico existente en la Palestina de inicios del siglo I d. de C. Mientras que la que hemos calificado de "primera película", en la que Jeffrey Hunter, habitual del cine de John Ford, hace de Jesús, acaba resultando bastante monótona, la "segunda película" es intensa, certera y llena de enjundia al proporcionar una explicación bastante clara y plausible de por qué resultaba tan problemática la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret para los poderes establecidos. A pesar del carácter dual de la película parece que la ortodoxia terminó convenciendo al régimen y Bronston produjo con posterioridad en España El Cid (1961) de Anthony Mann, 55 días en Pekín (1963) de Nicholas Ray, La caída del imperio romano (1964) de Anthony Mann y El fabuloso mundo del circo (1964) de Henry Hathaway, dibujando una de las aventuras más curiosas de toda la historia del cine.
El Evangelio según San Mateo (1964) de Pier Paolo Pasolini
De entrada, resulta sorprendente que un marxista (aunque bastante heterodoxo) como Pier Paolo Pasolini llegara a realizar el que, desde el punto de vista cinematográfico, posiblemente sea el mejor biopic de Jesús de Nazaret (dedicado, por cierto, al entonces pontífice Juan XXIII). Absolutamente fiel a la estética pasoliniana, está rodado casi como si un equipo de cineastas cámara al hombro hubieran seguido a Cristo (interpretado aquí por el español Enrique Irazoqui) a lo largo de su predicación por tierras de Judea, Samara y Galilea y el resultado de sus filmaciones hubiera llegado hasta nosotros con vocación de fiel acta notarial y un tono hiperrealista. A pesar de la ideología de Pasolini, no hay ningún rastro de velada crítica u objeción al mensaje cristiano sino que el mismo es presentado de forma neutra y aséptica (aunque con la habitual estética agitada y convulsa del director) siguiendo casi al pie de la letra el texto del evangelio. El Evangelio según San Mateo logra hacer efectivo el empeño imposible de hacer parecer prácticamente un documental lo que es una reconstrucción ficticia de unos hechos que ocurrieron hace dos milenios, lo cual convierte a esta película en una auténtica "experiencia inmersiva" antes de que dicho concepto llegara a ser formulado.
La historia más grande jamás contada (1965) de George Stevens
Esta superproducción de George Stevens, en la que el papel de Cristo fue asignado al actor sueco Max von Sydow y con un reparto espectacular (entre otros, Dorothy McGuire, Robert Loggia, José Ferrer, Charlton Heston, Donald Pleasance, Robert Blake, Roddy McDowall, David McCallum, Victor Buono, Van Heflin, Sal Mineo, Shelley Winters, Paul Stewart, Martin Landau, Claude Rains, Telly Savalas, Angela Lansbury, Richard Conte, Sidney Poitier, Carrol Baker, John Wayne...), esta película, y su peculiar visión sobre la figura de Jesús, que es inseparable e incomprensible sin tener en cuenta el perfil de su director, realizador de tres películas tan importantes como Un lugar en el sol (1951), Raíces profundas (1953) y Gigante (1956), aborda al personaje de la misma manera con que retrató a los protagonistas de sus tres obras magnas (interpretados por, respectivamente, Montgomery Clift, Alan Ladd y James Dean): como a un extraño que irrumpe inopinadamente en un mundo con el que no tiene nada que ver y donde son mirados con distanciamiento, desconfianza e incomprensión. Mientras que los protagonistas de Un lugar en el sol y Gigante son moralmente turbios, el Shane de Raíces profundas y el Jesús de La historia más grande jamás contada, desde su lejanía y conciencia de estar en un lugar ajeno, son capaces de efectuar un sacrificio decisivo en favor de los demás. Es por ello que Stevens dibuja a un Jesús deliberadamente frío y aparentemente ausente, para subrayar la preocupación que parece dominar al director en la mayoría de sus films: la condición de quienes viven en un mundo al que no se sienten pertenecer.
Jesucristo Superstar (1973) de Norman Jewison
Esta adaptación del musical de Broadway con música de Andrew Lloyd Weber y letra de Tim Rice que buscaba ser el colmo de la modernidad con su formato de opera-rock es, posiblemente, la versión que peor ha envejecido de todas las que traemos a colación en este artículo, quizás porque nació demasiada apegada a su tiempo y a las circunstancias que en él se vivían. Con Ted Neeley dando vida a Cristo (actor que fue suplente en ese papel en su estreno en Broadway), a veces me surge la duda viendo la película de si nos está hablando, realmente, de Jesús de Nazaret o, más bien, se trata de una reflexión sobre la contracultura y el mundo hippie y su colapso a finales de los años 60 y principios de los 70, lastrada por el debate de si debía girar en torno a un cambio sociopolítico inmediato, aunque fuera de carácter violento (que vendría a ser la postura defendida por Judas Iscariote), o había que priorizar sobre todo el cambio personal interior (que es por el que Jesús de Nazaret parecía inclinarse). Esa indefinición y la acción represiva de los poderes establecidos (representados en la obra por Poncio Pilato, Caifás y Herodes) llevarían a la derrota final del movimiento, de tal modo que la historia de Cristo no sería en el caso de esta película más que una excusa o macguffin para hablar de un tema muy concreto y cercano al momento de realización del film. Visto desde esta perspectiva, el Jesucristo Superstar de Norma Jewison adquiere plenos sentido, coherencia y justificación.
Proceso a Jesús (1974) de José Luis Sáenz de Heredia
Otra película que bebe mucho de los rasgos y características que impregnaron el catolicismo posconciliar (especialmente significativa en relación a ello, la secuencia de los títulos de crédito) y que bien pudo nacer al calor del éxito alcanzado por Jesucristo Superstar. Adaptación de la obra teatral homónima del autor italiano Diego Fabbri, la película narra cómo una compañía teatral de actores judíos sefardíes llegan a España con la intención de representar en el escenario un proceso en el que se deberia dilucidar si la condena a muerte de Jesús estuvo acorde o no con la legislación judaica de la época. Poco a poco, esa intención inicial se va torciendo hasta que entre el público y los actores, y entre los propios actores, se entabla un debate sobre la condicion y naturaleza de Jesús de Nazaret. Con un reparto de lujo integrado por José María Rodero, Mónica Randall, Andrés Mejuto, Alfredo Mayo, Maria Cuadra, Diana Lorys, Fernando Hilbeck, José María Caffarel, Tomás Blanco, Agustín González, Armando Calvo, Julia Gutiérrez Caba y Carlos Lemos, entre otros, la película se va apartando de su premisa inicial, la cual se revela como una mera excusa, para terminar reflexionando sobre el papel de Jesús y de su mensaje en el mundo contemporáneo. Y hay que decir que el debate que se plantea, aunque en la actualidad sería muy distinto en relación a los detalles del mismo, continuaría posiblemente teniendo las mismas dos posiciones que, a nivel general, quedan cristalizadas en el tramo final del film.
El Mesías (1975) de Roberto Rossellini
En principio, uno de los films más desconcertantes de la lista si atendemos al tono y textura visual con que fue realizado y la figura de su director, Roberto Rossellini, padre del neorrealismo, creador de films imbuidos de una honda espiritualidad, y que ya en una película como Europa ' 51 (1952) en la que un Jesús del siglo XX (personificado en una mujer interpretada por Ingrid Bergman) se lanza a hacer el bien de manera desinteresada y acaba teniendo la "crucifixión" propia de la época: el ingreso en un hospital psiquiátrico. El Mesias de Rossellini hay que entenderlo dentro de la intención de su proyecto global iniciado con el abandono del cine y su dedicación exclusiva a la televisión a partir de 1965, realizando films concebidos como medio de enseñanza social. Estos films , divididos entre retratos de personajes, como La prise de pouvoir par Louis XIV (1966), Socrate (1970), Blaise Pascal (1972), Agostino d'Ippona (1972) y Cartesius (1974) y retratos de geografía y de época, como Idea di un'isola (1967), Los hechos de los apóstoles (1969), De Gerusalemme a Damasco (1970), L'età di Cosimo di Medici (1972-1973) o The World Population (1974), culminaron con sus dos películas finales, Anno Uno (1974), dedicada a la figura del líder democristiano Alcide De Gasperi, y, precisamente, El Mesías (1975), centrada en la figura de Jesús. Encuadrada dentro de ese contexto, el film de Rossellini resulta ser el más didáctico y, en consecuencia, el más desapasionado de toda la lista. Busca, en gran medida, explicar y exponer hechos y contextos que en explorar dimensiones trascendentes y celestiales. Y, sorprendentemente, pone el énfasis en la mentalidad sobre el poder existente en la sociedad hebrea de la época que, en gran medida, la imposibilitaba para comprender la profundidad del mensaje que Jesús de Nazaret propugnaba o, como mínimo, le hacía contemplarlo como una seria amenaza a las estructuras vigentes. De ahí que, lejos de la dimensión espiritualista de muchas de sus películas, El Mesías es el film que puede llegar a resultar más arduo y complejo de analizar de todos los que hoy hemos recogido.
Jesús de Nazaret (1977) de Franco Zeffirelli
No tiene buena prensa el Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli y posiblemente sea el que, desde el punto de vista teológico, mejor concrete, detalle y resalte el impacto que supuso la irrupción de Jesús en la Palestina del siglo I y los motivos que llevaron a que el Sanedrín decidiera condenarlo a muerte. Y, de paso, explica con contundencia cuáles son los rasgos y la naturaleza de la fe. Concebida como una serie de cuatro capítulos, esta obra también contó con distribución en cines dividida en dos partes. Es una producción de Vincenzo Labella con guion de Franco Zeffirelli, Anthony Burgess (autor de La naranja mecánica) y Suso Cecchi D'Amico (autora que participó en los guiones de películas tan prestigiosas como Ladrón de bicicletas y Milagro en Milán de Vittorio de Sica, Bellísima, Senso, Noches blancas, Rocco y sus hermanos, El gatopardo, Sandra, El extranjero, Ludwig, Confidencias y El inocente de Luchino Visconti, Las amigas de Michelangelo Antonioni o Salvatore Giuliano de Francesco Rosi), Robert Powell fue el actor elegido para dar vida a Jesús, quien estuvo acompañado por un reparto estelar, algo habitual en este tipo de producciones (entre otros, intervinieron Olivia Hussey, Anne Bancroft, Ernest Borgnine, Claudia Cardinale, Valentina Cortese, James Farentino, James Earl Jones, Stacy Keach, Ian McShane, Laurence Olivier, Donald Pleasence, Christopher Plummer, Anthony Quinn, Fernando Rey, Ralph Richardson, Rod Steiger, Peter Ustinov, Michael York, Cyril Cusack e Ian Holm). La obra de Zeffirelli plantea con vehemente claridad que Jesús se presentó a sí mismo como hijo de Dios, que él era el Mesías que el pueblo judío esperaba y que dejó sentado de manera inequívoca que eso era lo que tenían que creer quienes querían seguirle. Robert Powell entendió perfectamente el sentido del guion y caracterizó a su personaje como un ser iluminado, abrumado por la condición personal que se le ha revelado pero que ni duda ni matiza ni pone paños calientes a las afirmaciones que realiza al respecto a quienes escuchan sus predicaciones. Manifestaciones de ese tipo no eran aceptadas de ningún modo en la Palestina de la época y, en consecuencia, los sacerdotes del Templo actuaron contra Jesús del mismo modo que hubieran hecho contra cualquiera que hubiera dicho algo parecido. ¿Quiere ello decir que Jesús buscó conscientemente su propia muerte, su propio sacrificio? En el fondo, ello es lo que el Jesús de Nazaret de Zeffirelli viene a expresar con serena contundencia.
El día en que murió Cristo (1980) de James Cellan Jones
Esta película para televisión narra las circunstancias en las que se produjo la condena y crucifixión de Jesús de Nazaret (interpretado en esta ocasión por Chris Sarandon). Frente a lo que se deduce de los evangelios, El día en que murió Cristo propone una hipótesis bastante sorprendente en relación a la intervención de Poncio Pilato y las autoridades romanas en la muerte de Cristo. En un contexto en el que la animadversión contra Roma era muy pronunciada entre el pueblo judío, los romanos (aparentando que no estaban interesados en la condena de Jesús y que no veían ningún tipo de delito en su actuación) lo que habrían buscado en realidad era realizar un gesto que les sirviera para congraciarse con una sociedad que estaba a punto de levantarse en armas contra ellos. Aunque desde el punto de vista histórico resulta una hipótesis difícil de demostrar, la película de James Cellan Jones sí pone el dedo en la llaga en una cuestión que, hasta la fecha, resulta bastante problemática: el que Poncio Pilato se lavara las manos tras dictar la condena, ¿era, realmente, un gesto sincero?¿Era posible que Roma fuera indiferente al hecho de que Jesús pudiera ser proclamado rey de los judíos?¿Fue el procurador romano un cobarde o un político que llevó a cabo un cálculo exacto y preciso sobre las consecuencias del acto que iba a realizar? El día en que murió Cristo da su particular respuesta a la cuestión.
2000 años después (1984) de Nico Mastorakis
Puede parecer sorprendente que una película de ciencia-ficción como 2000 años después aparezca en esta lista. Pero es que esta historia, protagonizada por Keir Dullea (el mítico protagonista de 2001: Una odisea del espacio), que interpreta a un extraño individuo que aparece repentinamente en la playa de una isla griega arrojado desde el mar y a quien encuentra la viuda de un astronauta, a quien da vida Adrienne Barbeau, y su hijo, va adquiriendo poco a poco una deriva sorprendente hasta llegar a un punto absolutamente inesperado que no vamos a dsvelar para no reventar la sorpresa para quienes no hayan visto aún el film. Pero sí diremos que, cuando el protagonista va descubriendo que posee el don de conocer multitud de idiomas casi por ciencia infusa y que puede hacer milagros sin explicarse cómo, llegará a una conclusión que le hará cambiar todo el concepto de la Historia y de su propia condición y su propio origen y destino.
Anno Domini (1985) de Stuart Cooper
Tras producir el Jesús de Nazaret de Zeffirelli, Vincnzo Labella decidió llevar a cabo una especie de secuela que viniese a plasmar visualmente lo relatado en los "Hechos de los Apóstoles". La serie Anno Domini, dirigida por Stuart Cooper, tiene, claro está, un reparto excepcional (entre otros, Anthony Andrews, Ava Gardner, John Houseman, Richard Kiley, James Mason, Ian Mcshane, Jennifer O'Neill, Fernando Rey, Richard Roundtree, Susan Sarandon, Ben Vereen, Jack Warden y Anthony Zerbe) y es, sin duda, el guion de Anthony Burgess (escritor con el que Vincenzo Labella volvió a contar) el que da sustancia a la narración, ya que ilustra a la perfección las fuerzas y los movimientos que pugnaban entre sí en el período 33-64 d. de C. y el contexto en que tenían lugar estas pugnas. La situación del pueblo judío, con la convivencia de diferentes movimientos (los fariseos, los saduceos, los zelotes, los esenios…) y su enfrentamiento con el poder romano (sacudido a su vez por sangrientas luchas por el poder) marcaron el papel que jugó el nacimiento del cristianismo en la época. Por un lado, era visto con profundo recelo por los sacerdotes del Templo (que lo veían como un peligro para la unidad judía) y por lo zelotes y grupos nacionalistas, que pensaban que sólo iba a servir para adormecer la lucha contra el imperio opresor. Pero, por otro, en la medida en que los primeros cristianos formaban parte del judaísmo como una corriente más (y que se diferenciaba del tronco principal por su creencia en que Jesús era el Mesías y en el seguimiento de sus enseñanzas), Roma tampoco le tenía gran aprecio ya que dificultaba la imposición de la religión oficial y la deificación de la figura del Emperador. En medio de esta problemática situación, el cristianismo se nutrió de los judíos que se apartaron de la doctrina principal y de los no-judíos que habitaban el Imperio que buscaban una creencia que colmara sus ansias y aspiraciones. La aparición y desarrollo, en esos años, de la filosofía estoica ayudó a que la doctrina cristiana encontrara un entorno favorable en determinados círculos intelectuales y políticos. Todo esto se narra en la serie. Aunque, para disfrutarla en todo su esplendor, deberán localizar la versión íntegra de 9 horas. Circula una versión reducida, de unos 336 minutos aproximadamente, que omite algunas secuencias imprescindibles, centradas, sobre todo, en la situación interna del poder romano, que constituyen un elemento explicativo crucial en la narración.
La última tentación de Cristo (1988) de Martin Scorsese
Martin Scorsese aportó su muy prsonal visión sobre la figura de Jesús de Nazaret con esta adaptación de la novela del escritor griego Nikos Kazantzakis (autor asimismo de la también famosa novela Zorba, el griego) y que suscitó una enorme controversia en el momento de su estreno. No es de extrañar que se decidiera a abordar el tema porque, en el fondo, en buena parte de su cine late una honda inquietud moral y religiosa, por debajo de las apariencias, de manera que entra dentro de la lógica que decidiera tratar la figura del fundador de la religión en la que él se formó desde su infancia (del mismo modo que es lógico que realizara Silencio, que gira en torno a las figuras de los mártires del Japón, los jesuitas que marcharon al país del Sol Naciente en misión evangelizadora y que fueron perseguidos por las autoridades niponas). Dos elementos del film fueron los que generaron la polémica. El primero, el perfil biográfico que se dibuja de Jesús (interpretado por un sensacional Willem Dafoe): como carpintero, fabricó cruces para los romanos; en su predicación, manifestó dudas, quiso evitar el sacrificio intentando optar por una insurrección violenta contra el invasor; finalmente, fue él quien habría pedido a Judas Iscariote que lo entregara al Sanedrín para su ajusticiamiento. El segundo, claro está, la "última tentación" sufrida por Jesús estando crucificado, una tentación por la que el demonio le incitó a que usara su poder para bajar de la cruz, llevar una vida normal y hasta llegar a casarse con María Magdalena. En la película, Jesús, finalmente, resistía esta última tentativa del demonio y aceptaba su sacrificio. Pero, hasta llegar a ese punto, el Cristo de Scorsese les pareció a muchos creyentes demasiado humano y a muchos no creyentes demasiado divino sembrando la división de opiniones en torno a la película. En realidad, La última tentación de Cristo, a pesar de sus licencias ficcionales, es un film plenamente ortodoxo y una de las grandes obras de su director, que lo único que imagina es que, habiendo sido Jesús un ser humano, pudo pasar por las dudas y vicisitudes que cualquier ser humano puede pasar. Creo que ello no es ni una blasfemia ni una herejía sino que lo único que hace es engrandecer la figura del personaje retratado.
Jesús de Montreal (1989) de Denys Arcand
Denys Arcand, el cineasta canadiense que ha dirigido películas tan prestigiosas como El declive del imperio americano (1986), Las invasiones bárbaras (2003), La edad de la ignorancia (2007) y La caída del imperio americano (2018), ofreció no una biografía de Jesús de Nazaret sino, más bien, una visión de cómo es contemplada su figura desde el mundo contemporáneo, cómo se puede representar artísticamente, desde la modernidad, su vida y circunstancias y qué aspectos de la sociedad actual serían reprobados por alguien que tuviera una actitud moral similar a la de Cristo y, yendo un paso más allá, qué pasos adoptaría una vez que tomase conciencia de las hipocresías, las contradicciones y las represiones reinantes en nuestro entorno y nuestra época. Todo ello aderezado con la causticidad de Arcand, con su peculiar humor quebequés y su implacable capacidad para coger el bisturí y diseccionar situaciones y personajes. Para el espectador de hoy, lo más sorprendente de Jesús de Montreal es que, treinta y seis años después de su realización, muchas de sus intuiciones siguen siendo plenamente válidas y vigentes. Y su conclusión, como tal vez la de Proceso a Jesús, es que, una vez que te enfrentas en serio a la figura de Jesús de Nazaret, nadie puede quedar inmune a ella.
La Pasión de Cristo (2004) de Mel Gibson
Estamos ante una película que podríamos clasificar como película de género religioso o, por qué no, de género gore porque los detalles de las torturas que sufrió Jesús de Nazaret (a quien aquí da vida Jim Caviezel) se muestran con tanta minuciosidad que resultan absolutamente espeluznantes. Mel Gibson se sirvió de las revelaciones que la mística alemana Hildegard von Bingen tuvo en estado de éxtasis para sumergirnos durante dos horas en un espectáculo atroz, sangriento e hiperrealista. Ha habido quien ha dicho que, queriendo ser esta película una alabanza a Jesús, solo está presente su martirio y, en cambio, su mensaje está completamente ausente de la trama. Y, efectivamente, desde el primer momento del film, solo somos testigos del dolor, del sufrimiento y de las heridas y lesiones del protagonista de la historia, haciéndonos olvidar qué defendía, qué propugnaba y por qué luchaba. Pero, ciñéndonos al aspecto estrictamente cinematográfico, hay que decir que La Pasión de Cristo es una película que funciona dentro de su carácter angustiante y casi insoportable para el espectador. Mel Gibson ha dirigido excelentes películas como El hombre sin rostro (1993), Braveheart (1995), Apocalypto (2006) y Hasta el último hombre (2016) y su visión sobre Jesús de Nazaret no es una excepción. De manera sorprendente, Mel Gibson utiliza una estrategia narrativa que hace absolutamente prescindible que el espectador sea creyente o no, ya que, como sucedía con El evangelio de San Mateo, el director nos lleva a una hipnótica experiencia inmersiva que nos atrapa y nos subyuga como una retorcida telaraña de la que no podremos escapar. En última instancia, como en otras películas de Gibson, La Pasión de Cristo es una película sobre la capacidad de sacrificio del ser humano y la fuerza de su voluntad para cumplir un fin que considera noble y ante el que se está dispuesto a poner en juego la propia vida.
El discípulo (2010) de Emilio Ruiz Barrachina
Sin duda, estamos en el caso de esta película española ante el Jesús de Nazaret más inaudito y heterodoxo de todos los que forman parte de esta lista. Joel West da vida a un Cristo que, siendo discípulo de Juan el Bautista, y queriendo no solo vengar su muerte a mano de Herodes sino, sobre todo, poner fin al dominio romano iniciando una lucha armada contra los invasores. Lo que El discípulo muestra no es más que lo que postulan teorías alternativas a las ortodoxas, las cuales afirman que no es creíble un Jesús moderado y pacifista sino que, si fue condenado a morir en la cruz, fue porque tuvo que oponerse de manera agresiva a las autoridades establecidas. Sea como fueree, la distancia entre la imagen de Jesús que nos ha llegado y el Jesús histórico será siempre una incógnita que, posiblemente, nunca llegaremos a resolver.
El molino y la cruz (2011) de Lech Majewski
El cuadro que ven arriba , a la derecha del póster de El molino y la cruz, es Camino del Calvario y fue pintado en 1564 por Pieter Brueghel el Viejo. Actualmente, se encuentra en el Museo Kunsthistorisches de Viena. Como pueden comprobar, en el mismo aparecen multitud de personajes y la figura de Jesús está casi escondida dentro de la composición. Si quieren saber la causa de este hecho tan peculiar y, aún más, desean descubrir los secretos que encierra esta pintura, El molino y la cruz resolverá buena parte de sus dudas. Empeño tan original fue ideado por el realizador, director teatral, escritor, poeta y pintor polaco Lech Majewski y se trata de una de las visiones más insólitas del arte y de la Pasión de Cristo que hayamos podido ver en una pantalla de cine. A la vez que se detalla el proceso de composición de Camino del Calvario, conoceremos el contexto sociopolítico que se vivía en Flandes en el siglo XVI y asistiremos a una reconstrucción sui generis de la Pasión, trasladada a esa época. El papel que juegan las autoridades romanas en la narración del Evangelio, es llevado a cabo aquí por las autoridades españolas, que eran quienes dominaban este territorio en el año en que se desarrolla la acción (y hay que decir que los españoles no quedamos nada bien en la película). El papel de los sacerdotes del Templo es asumido por el clero católico. Y, al final, comprobaremos que los mecanismos de la intolerancia y la represión permanecen invariables aun cuando cambien las circunstancias, los países y el momento histórico. A lo largo de El molino y la cruz, veremos cómo cobra vida el cuadro de Brueghel, cómo los personajes que aparecen en la obra se vuelven de carne y hueso y cómo se revela la estructura oculta y el sentido verdadero de una compleja composición que es mucho más de lo que su apariencia revela. Con un magnífico trío protagonista de actores veteranos (Rutger Hauer, Michael York y Charlotte Rampling), El molino y la cruz tiene una espléndida factura visual y un ritmo pausado y sereno que nos ayuda a reflexionar sobre cómo el arte puede conseguir que lleguemos a entender algunas de las verdades esenciales de la vida.
The Chosen (2017) de Dallas Jenkins
Sin duda alguna, este título, creado por Dallas Jenkins y protagonizado por Jonathan Roumie en el papel de Jesús, aparte de ser la primera serie por temporadas dedicada a la vida de Cristo, es uno de los grandes fenómenos de la televisión de los últimos años. ¿Por qué digo esto?: ¿hace ocho años alguien podía pensar que se iba a poder realizar un serial como The Chosen recurriendo a una campaña de crowdfunding? Posiblemenente, hubiésemos tildado de loco o estúpido al que hubiese pretendido conseguir tal objetivo. Sin embargo, desde 2017 hasta hoy, ya se han realizado cinco temporadas y se han filmado 42 episodios. Al final de cada temporada, durante varios minutos, Dallas Jenkins, en los títulos de crédito finales, se dedica a hacer constar, de forma exhaustiva, los nombres de todos aquellos que, con sus aportaciones, han hecho posible una nueva entrega de la obra. The Chosen no solo muestra la gran transformación que ha experimentado y está experimentando el sector audiovisual en los últimos años sino que también nos revela que las inquitudes religiosas, lejos de desaparecer del panorama social, siguen estando presentes en mayor o menor medida entre muchas personas, grupos y comunidades. Y no es la única serie de los últimos tiempos que refleja esa realidad...
Mesías (2020) de Michael Petroni
En el primer episodio de Mesías, la serie estrenada por Netflix el 1 de enero de 2020, una de sus protagonistas, Michelle Monaghan, que interpreta a una agente de la CIA, mientras está en una cafetería a altas horas de la noche, ve con sorpresa cómo el camarero está leyendo El choque de civilizaciones de Samuel P. Huntington. Le pregunta el motivo de su lectura y él le responde que es estudiante de Ciencias Políticas y tiene que preparar un trabajo sobre dicha obra. Ella le dice que lo base sobre la idea de que Huntington había acertado en sus predicciones y que efectivamente, los grandes conflictos internacionales habían dejado de ser ideológicos y habían pasado a ser culturales y religiosos. Si, realmente, ello es así, cabría pensar que, en el futuro, un líder que galvanizara a las masas y las movilizara a favor de una determinada causa podría no proceder de la política sino que podría venir perfectamente de la esfera de la espiritualidad o la religión. En principio, puede parecer algo descabellado pero hay dos elementos, uno ajeno a la serie y otro perteneciente a ella que pudieran alimentar la credibilidad de esta hipótesis. El primero, la creciente proliferación de gurús y coaches de autoayuda que, gracias a internet y las redes sociales, logran hacer crecer día tras día su legión de seguidores. El segundo, que el director de cinco de los episodios de la serie (los cuatro primeros y el último) es James McTeigue quien, en 2005, dirigiera V de Vendetta. Si en esta película, V, el enigmático personaje que encabezaba la resistencia contra la dictadura implantada en Gran Bretaña, era un líder político puro y duro, en Mesías, el líder, interpretado por Mehdi Debi, que logra una movilización sin precedentes vendría a ser (o, al menos, así lo piensan sus fervorosos creyentes) la mismísima reencarnación de Jesucristo. Es decir, McTeigue vendría a refutarse a sí mismo para afirmar que nos olvidemos de su adaptación del cómic de Alan Moore y David Lloyd y empecemos a pensar que la próxima revolución va a venir del lado que menos nos esperamos. Si viniera un nuevo Mesías, cabría pensar (como el guion de Michael Petroni nos propone) que, como ocurrió en el siglo I de nuestra era, eligiese Oriente Medio como lugar de predicación porque hoy, como entonces, sigue siendo una de las zonas más conflictivas (si no la más) del mundo. Pero, a diferencia de lo sucedido hace dos mil años, sus palabras tendrían que divulgarse a través de las redes sociales y de vídeos de You Tube y el imperio que se vería afectado por su acción espiritual no sería el de Roma sino, obviamente, el de Estados Unidos. Por ello, sus pasos finales le llevarán a Washington que será la nueva Jerusalén que contemple su entrada gloriosa y donde, tal vez, tenga lugar su sacrificio final. Mesías juega continuamente a esos paralelismos pero, también, se permite distanciarse de ellos, moviendo continuamente al espectador entre la sensación de situarse en un territorio en el que puede prever cómo se van a desenvolver los acontecimientos y el desconcierto por que los hechos van desmintiendo todas las expectativas que podrían irse formando conforme la serie se desarrolla. Y ello hace que dicho espectador, entre confiado y confundido, se sitúe en la misma posición que la mayoría de los personajes, que tampoco saben muy bien a qué carta quedarse con este nuevo Mesías que, en realidad, nunca afirma ser tal cosa. Mesías consigue ser tensa y vibrante, de modo que la multiplicidad de tramas, en vez de diluir la atención del espectador, logra alimentar el suspense y la intuición inconsciente de que todas ellas no solo van a converger sino que van a encajar unas con otras hasta dar sentido a todas las piezas manejadas. Al final, ese nuevo Mesías vendría a ser como el Terence Stamp de Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini, que irrumpe repentinamente en las vidas de una serie de personas, las transforma radicalmente y, cuando se va, deja a todas ellas en medio de la confusión y el desconcierto más profundos. Narrativamente, se puede suponer que ello implica dejar el relato a medias y sin concluir pero, en el fondo, es una metáfora precisa de lo que supone la fe, que se basa, en última instancia, en no tener prueba alguna de aquello en lo cual se cree. Por todo ello, Mesías, por encima de su apariencia de relato geopolítico, esconde algo más sencillo, elemental y trascendente: el drama de unos personajes que quieren creer pero sufren hasta la agonía porque han llegado a la certeza de que nunca van a recibir esa respuesta de Dios que tanto ansían y reclaman. Y porque, quizás, quien la recibe es quien nunca la ha pedido.
Impresionante y profundo trabajo de José Manuel Cruz, grandes y certeras críticas, de películas y adaptaciones teatrales, como de teatro musical. El amplio abanico que con destreza y veracidad nos hace recorrer el camino religioso cimatografico, audiovisual y teatral de una manera introspectiva y real. Películas inolvidables e imprescindibles en un artículo que no te puedes perder. Gracias, José Manuel Cruz, por lo oportunidad brindada, de poder leer, no tan solo una critica, sino una reflexión para todos los que amamos el CINE (en MAYUSCULAS) Feliz Semana Santa
ResponderEliminarEXTRAORDINARIO TRABAJO. Lo pongo con mayúsculas porque las merece. Quedará como un hito de la Semana Santa de 2025. Realmente espléndido. Una panorámica temporal sobre la figura de Jesús en el cine, que hay que guardar por su valor de cronica y crítica sintética y detallada, así como de análisis pleno de erudición y de una escritura precisa y brilante.
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