Sala 1 del Cine Albéniz, uno de los epicentros principales del Festival de Málaga
En las películas que hoy reseñamos, nos hemos encontrado con secretos, con mentiras y con procesos de penitencia. Como este es el último post con reseñas (el siguiente, ya será un balance y un resumen del Festival con todo el palmarés), ya podemos decir que las películas proyectadas, como reflejo quizás de un estado de ánimo colectivo, han tendido a ser pesimistas. Y, si alguna tiene un desenlace luminoso, en el camino han dejado todo un reguero de amarguras y golpes bajos. En general, se aguarda a que haya tiempos mejores y que ni lluevan piedras ni resuenen tempestades.
Jueves. 20 de marzo de 2025
El cielo de los animales de Santi Amodeo
Arriba, cartel y fotograma de El cielo de los animales
Reconozco que siento debilidad por el cine del sevillano Santi Amodeo: a partir de una mirada relativamente "marciana", consigue que, al final, sus personajes nos parezcan absolutamente entrañables. El factor Pilgrim (2000) -película codirigida con Alberto Rodríguez-, Astronautas (2003), Cabeza de perro (2006), ¿Quién mató a Bambi? (2013), Yo, mi mujer y mi mujer muerta (2019) y Las gentiles (2021) dibujan un universo tan personal y extraño que sus films suelen revalorizarse tras una revisión o una recapitulación porque solo así somos capaces de descubrir algunas de las claves que subrepticiamente se van deslizando en medio de absurdos y excentricidades. Algo parecido sucede con su nueva película, El cielo de los animales, adaptación de un libro de relatos del escritor estadounidense David James Poissant, que giran en torno al concepto de la pérdida y de la muerte. La película se compone de cuatro fragmentos que desarrollan cuatro relatos diferentes aunque hay "alguna" relación entre ellos, que no vamos a desvelar, que encierra un golpe táctico narrativo de gran relevancia, cuatro historias que provocan en el espectador una sensación de extrañamiento que no siempre llega a cerrarse o resolverse sino que se mantiene abierta como metáfora del propio desconcierto en el que los personajes están sumidos.
Rueda de prensa del equipo de El cielo de los animales
Le pregunté al director en la rueda de prensa posterior a la proyección del film que cómo debíamos entender que sus tres últimas películas, Yo, mi mujer y mi mujer muerta, Las gentiles y, ahora, El cielo de los animales, abordan en última instancia el tema de la vida pero dando antes un rodeo por la cuestión de la muerte. A Santi Amodeo le llamó la atención la frase y realizó la reflexión de que, posiblemente, había llegado a un estado vital lo suficientemente estable y sólido como para afrontar el tema de la muerte con las suficientes calma y serenidad. Porque El cielo de los animales no es una película complaciente ni refleja personajes equilibrados ni situaciones mínimamente normales sino que ilustra las consecuencias de vivir la soledad, la confusión y el desamparo, trufado todo por un humor extravagante que nos pude llegar a provocar una sonrisa helada. Protagonizada por Raúl Arévalo, Paula Díaz, Claudio Portalo, África de la Cruz, Manolo Solo y Jesús Carroza, el primer fragmento representa una aguda mirada al tema de la soledad, el segundo es desasosegante y perturbador, el tercero es absolutamente glorioso como ejemplo de "humor del absurdo" y el cuarto empieza en tono chocante y termina siendo profundamente conmovedor. Y nos callamos los dos grandes secretos de la película que son los que no olvidaremos tras verla por primera vez y que nos invitarán a un revisionado para asegurarnos de que realmente no nos hemos perdido nada. Y, con toda seguridad, habrá algún detalle que se nos habrá escapado en medio de nuestra perplejidad.
Lo que quisimos ser de Alejandro Agresti
Arriba, cartel y fotograma de Lo que quisimos ser
El director argentino Alejandro Agresti ha sido invitado al Festival de Málaga al habérsele concedido la Biznaga de Honor en reconocimiento de toda su carrera. Como complemento a su presencia en Málaga y a la ceremonia de entrega del premio correspondiente, se proyectó en la Sección Oficial Fuera de Concurso su última película, Lo que quisimos ser (2024), protagonizada por Luis Rubio, Eleonora Wexler y Antonio Agresti. El film cuenta la historia de dos personas maduras, un hombre y una mujer, que se conocen en una filmoteca que está proyectando Luna nueva (1940) de Howard Hawks. Tras la proyección, empiezan a conversar y acaban decidiendo que se seguirán viendo pero no que serán las personas reales que son sino que se inventarán dos personajes que representarán lo que siempre desearon ser pero nunca llegaron a serlo. Lo que quisimos ser es eso que podemos calificar como "película bonita", con un director que sabe que se lo juega todo a lograr crear una calidez emocional que haga posible la conexión del espectador con sus personajes. No hay duda de que el director alcanza este objetivo pero ciertas faltas de armonías de tono en los intérpretes y algunos desajustes y decisiones dudosas en la escritura del guion deslucen el resultado final de la propuesta.
Una muerte silenciosa de Sebastián Schindel
Arriba, cartel y fotograma de Una muerte silenciosa
Una muerte silenciosa es una película (también argentina) claramente inscribible en ese género que se puede denominar thriller rural y que se ha podido ver en la Sección Oficial Fuera de Concurso. Con un excelente reparto, encabezado por Joaquín Furriel, Soledad Villamil, Alejandro Awada, Javier Pedersoli, María Marull, Víctor Laplace y Patricio Contreras, la película nos lleva a la Patagonia argentina, cerca de la frontera chilena, a un pequeño pueblo donde todo el mundo se conoce y en la que no hay quien tenga un pasado que ocultar o disfrazar. En ese contexto, tiene lugar una muerte violenta y el personaje interpretado por Joaquín Furriel se obsesiona con intentar esclarecer toda la verdad sobre lo ocurrido. Se nota que Sebastián Schindel conoce perfectamente las reglas y convenciones del género y mantiene con pulso firme el ritmo de la narración a lo largo de todo el metraje que avanza sin originalidad pero sin desmayo ni debilidades. Un detalle sutil (la mención a los "australes") nos revela que la historia no ocurre en el presente (algo que podríamos pensar dado el carácter intemporal de los parajes en los que transcurre la acción) sino entre 1985 y 1991 y, a partir de dicha circunstancia, la película desarrolla una reflexión sobre la ocultación, la distorsión de la memoria y los efectos de ella a lo largo del tiempo. Hemos tenido la oportunidad de hablar con Sebastián Schindel sobre Una muerte silenciosa y, pulsando en el siguiente enlace, podrán tener acceso a la conversación completa.
CONVERSACIÓN CON SEBASTIÁN SCHINDEL
Playa de Lobos de Javier Veiga
Arriba, cartel y fotograma de Playa de Lobos
Otro de los homenajes en la presente edición del certamen ha sido la concesión del Premio Retrospectiva al gran actor argentino Guillermo Francella. Al igual que ha ocurrido con Alejandro Agresti, la entrega del galardón, para que no se desarrolle en el vacío, va acompañada de un estreno, en este caso protagonizada por el premiado. Y, de esta manera, Playa de Lobos de Javier Veiga se ha proyectado en la Sección Oficial Fuera de Concurso.
Guillermo Francella durante su encuentro con la prensa con motivo de la entrega del Premio Retrospectiva
Playa de Lobos, además de Francella, se halla protagonizada por el malagueño Dani Rovira, copando ambos intérpretes en solitario prácticamente todo el metraje del film, con muy breves cameos de Marta Hazas, Antonia San Juan, Javier Veiga y Denisse Peña. La acción tiene lugar en una isla canaria a la que llega un turista (Guillermo Francella), que ocupa una hamaca junto a un chiringuito y decide no levantarse ni marcharse cuando, al final de la tarde, el encargado (Dani Rovira) le comunica que debe cerrar el establecimiento y recoger todos los asientos. A partir de este hecho, se iniciará un duelo dialéctico entre ambos que irá en crescendo y que irá dando giros abruptos e inesperados hasta llegar al sorprendente desenlace.
Arriba, encuentro con la prensa del equipo de Playa de Lobos
Playa de Lobos no llega a funcionar por dos motivos fundamentales. El primero, porque el guion no siempre es certero en la evolución de la trama y es claramente mejorable en muchos momentos del argumento. El segundo, porque ambos actores no lucen al mismo nivel y, si Guillermo Francella ejecuta su papel con su habitual grado de excelencia, Dani Rovia tiene un desempeño más que irregular, de modo que el duelo entre ambos protagonistas es una montaña rusa en la que las bajadas son más frecuentes que las subidas. En definitiva, aunque se trata de una película que, aunque partiendo de un planteamiento que, sin ser original, no es malo, no está desarrollado de ningún modo de manera satisfactoria. Solo el final, con su eficaz resolución, proporciona un broche mínimamente aceptable a una producción tan desequilibrada.
Viernes, 21 de marzo de 2025
El diablo en el camino de Carlos Armella
Arriba, cartel y fotograma de El diablo en el camino
La película esencialmente mexicana (aunque con coproducción francesa) El diablo en el camino nos traslada inevitablemente, con su viaje, en un duro y áspero entorno rural, a los años de la revolución y de la guerra cristera y de las consecuencias de un largo período de convulsiones y conflictos violentos, a la narrativa de Juan Rulfo y a sus obras El llano en llamas y Pedro Páramo. Como en estos relatos, el protagonista avanzará por parajes secos y pedregosos en los que parece que la tierra y la arena te invaden y te mastican, en la que solo te cruzas con individuos carcomidos por la frustración, el alcoholismo, la amargura y el afán malsano de continuar con un estado de agresividad y violencia. Además de Juan Rulfo, el director del film, Carlos Armella, mencionó otras dos figuras literarias, las de José Revueltas (1914-1976) y Elena Garro (1916-1998) y dos referencias cinematográficas como son Macario (1960) de Roberto Gavaldón y Ánimas Trujano (1961) de Ismael Rodríguez. El diablo en el camino tiene como actor principal a un excelente (y esforzado) Luis Alberti, cuyo personaje tendrá que hacer frente a la penosa tarea de trasladar el ataúd de su hijo para llevarlo a su pueblo natal (prácticamente, un proceso de penitencia por los pecados cometidos por él en el pasado), a la vez que los espectadores somos testigos de los dramáticos antecedentes de la historia.
Arriba, un momento del encuentro con la prensa del equipo de la coproducción franco-mexicana El diablo en el camino
El gran problema de El diablo en el camino es que, tras unos primeros cuarenta minutos de gran intensidad que logran enganchar plenamente al espectador, la película parece haber contado todo lo que tiene que contar y, durante los sesenta y ocho minutos restantes, el film se vuelve reiterativo y no hace otra cosa que dar vueltas a los mismos temas y aspectos tratados con anterioridad. A pesar de las virtudes interpretativas y técnicas (p. ej., un imponente plano-secuencia casi al final de la película), durante más de una hora el espectador no puede dejar de tener la sensación de que la película ha agotado su discurso en el primer tercio del metraje. Posiblemente, la intervención de un guionista externo al origen del proyecto hubiera podido detectar el problema y proponer soluciones eficaces. Sin embargo, con lo que nos volvemos a encontrar es una buena idea cuya ejecución ha resultado finalmente fallida.
Ravens de Mark Gill
Hamburgo de Lino Escalera
Arriba, fotograma de Hamburgo de Lino Escalera
Lino Escalera tuvo un gran éxito en el Festival de Málaga 2017 con No sé decir adiós (película que obtuvo el Premio Especial del Jurado, el premio a la mejor actriz para Nathalie Poza, el premio al mejor actor de reparto para Juan Diego y el premio al mejor guion) y, tras participar en series de TVE y Netflix como Traición, Alta mar y Élite, ahora ha vuelto al certamen con una película muy peculiar que, con formato de thriller, aborda el tema de la explotación sexual femenina. Jaime Lorente interpreta a Germán, el chófer de una organización que posee un prostíbulo y que se dedica a tener atrapadas en él a las mujeres que logran captar con mentiras y artimañas. Pero, además, arrastra una serie de problemas económicos provocados por un negocio que ha quebrado, circunstancia que es la que provocó su retorno al trabajo de chófer que había abandonado unos años antes. Es, en definitiva, un perdedor que apenas puede disimular su frustración y su amargura. La coprotagonista del film es Ioana Bugarin, quien intrepreta a Alina, una joven rumana que ha caído víctima de la prostitución al haber caído en la red dirigida por los jefes de Germán. La interacción entre el esfuerzo de Germán por levantar cabeza y el deseo de Alina de abandonar la prostitución será la que desencadene los hechos decisivos del film.
En Hamburgo, parecen convivir dos películas diferentes que no terminan de llevarse muy bien entre sí. Por un lado, está el thriller relativamente convencional en el que el personaje de Jaime Lorente no deja de buscar el medio para solucionar sus problemas económicos, no dudando en llegar a traicionar a la organización a la que pertenece y a la persona que aceptó su reincorporación a la misma (Roger Casamajor). Por otro, está la película de corte naturalista que refleja los problemas de gentes desafortunadas en la Costa del Sol, escenario donde se desarrolla la historia. Pregunté al director en el coloquio posterior a la proyección de la película y explicó que, en principio, el primer guion ni era un thriller ni abordaba el tema de la explotación sexual. Ambas dimensiones solo hicieron acto de presencia en versiones posteriores. Hasta cierto punto, ello explica el extraño territorio en el que Hamburgo se sitúa, capaz de ofrecer momentos de gran brillantez, como una escena clave en el puerto, entre contenedores, magníficamente planificada y excelentemente rodada, y, por otro, desarrollar un crudo realismo con el fin de llevar a cabo un retrato sin paliativos del tema de la explotación. Ello supone mezclar tonos, códigos y estructuras y está claro que el resultado dista de ser el óptimo. Para los incondicionales del thriller, los seguidores de Jaime Lorente y quienes estén interesados en el cine de Lino Escalera, la seguirán muy probablemente con atención y agrado. El resto del público es más fácil que le encuentre diversas pegas al desarrollo del film.
Sábado, 22 de marzo de 2025
Mariliendre de Javier Ferreiro (director) y Javier Calvo y Javier Ambrossi (productores)
Arriba, cartel y fotograma de Mariliendre, la nueva serie producida por Los Javis
La clausura del Festival de Málaga es todo un signo casi estridente de por dónde va la marcha de los tiempos. El título de cierre no ha sido una película, como es tradicional, sino los dos primeros episodios de la serie Mariliendre, producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi, Los Javis, y dirigida por Javier Ferreiro. Es inexplicable esta decisión sin asumir que, por un lado, el futuro de las producciones audiovisuales pasa por las plataformas (es decir, que el propio Festival parece asumir que la distribución cinematográfica a través de las salas está destinada a ser meramente testimonial) y, por otro, que el éxito y repercusión pública de una obra está directamente asociada a la creación de una marca personal que sea vendible y atractiva a los mass media. Los Javis lo han comprendido a la perfección y, además, han dado con el clavo a la hora de dar a luz creaciones que asimilan las contradicciones y paradojas de las preferencias del público como propias y que, sin someterlas a crítica u objeción, las llegan a convertir incluso en guía y directriz de sus series y películas. Tal es su éxito que alguien, en la rueda de prensa posterior a la proyección de la serie, los llegó a calificar como "los creadores del momento".
Posiblemente, el estilo de Los Javis sea imposible de comprender sin tener en cuenta la influencia del cine de Pedro Almodóvar. No es algo tan simple como para afirmar que uno y otros comparten, digamos, una estética queer (que también) sino que todos ellos están unidos por su afán de reunir elementos opuestos e incompatibles entre sí y hacerlos convivir en sus obras sin voluntad de hallar el nexo común que pudiera haber entre ellos sino explotando sin recato todas las paradojas abiertas. Al mismo tiempo, como el cineasta manchego, envuelven sus títulos con una factura visual brillante, llamativa y colorista. Junto a ello (y en eso se apartan ostensiblemente de las intenciones de Almodóvar), renuncian implícitamente a la profundidad de discurso para sustituirla por el suministro de unas pocas ideas potentes que dan apariencia de hondura y sentido. Podríamos utilizar la expresión de "brillo hueco" pero, aunque sea así, el público receptor puede llegar a pensar satisfecho consigo mismo que ha contemplado una obra no solo de calidad aceptable sino hasta una obra con profundidad y enjundia aunque la reflexión posible sobre su contenido pueda llegar a tener poco recorrido. Ver una película o serie por mero divertimento es atractivo para el espectador pero no te da prestigio. El llegar a creer que una obra no es solo divertida sino que también encierra un discurso sofisticado sí hace sentir a quien la ve que se encuentra como espectador en un plano superior aunque en el camino te hayan dado un poco de gato por liebre.
Al igual que ocurrió con La llamada (2017), Veneno (2020) o La Mesías (2023), el efectismo y, vamos a decir, llamatividad de Mariliendre son armas eficacísimas para crear una envoltura atractiva. E, incluso, logran encontrar un correlato visual perfecto a las bases de su propio estilo en esa familia formada por Nina (la cantante que fuera directora de la academia de Operación Triunfo), como madre, Mariano Peña, como padre, y Blanca Martínez Rodrigo (protagonista de la serie), como hija, casi un anti-casting para formar una combinación que resulta inverosímil pero que representa nítidamente el espíritu de lo que estamos viendo. De igual modo, que Blanca Martínez Rodrigo cante pero no lo haga con su voz (ella misma admitió en la rueda de prensa que canta fatal) sino con voz prestada tiene un componente simbólico que no podemos desdeñar. Aunque el resultado es dinámico y colorista, ¿qué hay más allá de la superficie aparte de una recreación de sentimientos y vivencias del mundo gay representados con un agudo sentido del espectáculo? En el caso de Los Javis, resulta difícil de responder. Que en el futuro dicha pregunta tenga o no respuesta positiva es la que dictará el juicio crítico preciso sobre sus creaciones.
CODA.- Ninguna de las películas que hemos visto confía en que exista una capacidad colectiva para afrontar los problemas soluciones y, si no darles solución, al menos paliarlos en parte. Por ello, la soledad y un individualismo a la desesperada ocupan todo el protagonismo de tramas y acciones. Viene a ser el signo de los tiempos.
Comentarios
Publicar un comentario