"DANIELA FOREVER" DE NACHO VIGALONDO: EL SUEÑO, SEA O NO DE LA RAZÓN, SIEMPRE PUEDE PRODUCIR MONSTRUOS...
TÍTULO: Daniela Forever. TÍTULO ORIGINAL: Daniela Forever. AÑO: 2024. NACIONALIDAD: España-Estados Unidos-Bélgica-Francia-Finlandia. DIRECCIÓN Y GUION: Nacho Vigalondo. MONTAJE: Carolina Martínez Urbina. DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Jon D. Domínguez. MÚSICA ORIGINAL: Hidrogenesse. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Henry Golding, Beatrice Grannò, Aura Garrido, Rubén Ochandiano, Nathalie Poza, Godeliv van den Brandt, Frank Feys, Pilar Bergés, Rocío Saiz, Cindy Claes, Hidrogenesse. DURACIÓN: 113 minutos. PÁGINA WEB OFICIAL: https://www.filmax.com/distribucion/daniela-forever/297 .
El cine de Nacho Vigalondo siempre se ha movido en unas claves que resultaban bastante homogéneas en el tiempo pero que eran tan escurridizas como inaccesibles para el espectador de cara a darles coherencia y carácter compacto. Estaba, en primer lugar, esa predilección del director por dar a sus películas un aire friki o marciano asociado siempre a un sentido del humor lindante con el absurdo, capaz de producir tanto la estupefacción como la risa nerviosa (algo que emparenta muy bien con su participación en la serie Muchachada Nui como actor, realizador y guionista). En segundo lugar, ese gusto por personajes que terminan siendo tan vulnerables como entrañables en función de su desconcertante y obsesiva torpeza, una torpeza en la que aquellos parecen recrearse con subconsciente deleite, como si colocaran por encima de todo el afán de un comportamiento compulsivo que les llevara a algo así como la autodestrucción (o la destrucción ajena) y no les importase en absoluto. En tercer lugar, la inclusión de elementos de cine de género (mezcla muchas veces de fantástico, terror, ciencia-ficción y thriller) combinados de peculiar manera, de forma que es difícil dilucidar si se trata de seguimiento a un canon referencial, parodia u homenaje. Y en cuarto lugar (por no citar más elementos), una preocupación por reflejar cómo los cambios en la tecnología, dada la magnitud de los mismos, acaban siendo llevados siempre por manos inevitablemente inexpertas capaces de producir cualquier tipo de catástrofe. El choque de todas estas dimensiones genera historias que pueden contemplarse desde lo cómico o, incluso, desde lo romántico (en el sentido tanto positivo como negativo del término) o lo humanístico, o también por qué no, como los psicodramas de unos personajes desorientados que luchan por escapar del callejón sin salida, reconocido o no, en el que se encuentran.
Arriba, una imagen de Daniela Forever con Henry Golding
Ya en su cortometraje 7:35 de la mañana (2003) –nominado, recordemos, al Oscar en la categoría de mejor corto–, convergía la historia de un secuestro absurdo en una cafetería a primera hora de la jornada, un enamoramiento con tintes psicopáticos y una canción interpretada en risible modo amateur a coro por todos los personajes del film que actúan, además, torpemente coordinados y coreografiados. En su siguiente corto, Choque (2005), el hallazgo de un salón recreativo vintage en el centro de Madrid, con unos coches de choque como atracción estrella, degenera en un enfrentamiento irracional y surrealista del personaje principal (interpretado por el propio Nacho Vigalondo) con un grupo de jóvenes utilizando los mencionados coches de choque casi como si fueran las pistolas de un western o las espadas láser de La guerra de las galaxias. En su primer largometraje, Los cronocrímenes (2007), el hallazgo a raíz de una absurda concatenación de hechos de una máquina para viajar en el tiempo provoca toda una serie de catástrofes en la vida del protagonista, Karra Elejalde, y en las vidas de quienes están cerca de él, alimentadas por su propia torpeza. En Extraterrestre (2011), asistimos a una comedia de enredos sentimentales entre Julián Villagrán, Michelle Jenner y Raúl Cimas al mismo tiempo que los personajes presencian lo que parece ser el comienzo de una invasión alienígena, con naves espaciales estacionadas de manera inquietante en los cielos sin realizar ningún tipo de acción o movimiento. Open Windows (2014) (en mi opinión, su obra maestra hasta la fecha) era un auténtico tour de force técnico en el que un mundo, nuestro mundo, controlado por todo tipo de cámaras y pantallas, es retratado como una distopía ya materializada en la que la posibilidad de instalarse en un limbo cibernético está plenamente al alcance de nuestra mano. Finalmente, en el que ha sido su último film antes de Daniela Forever, Colossal (2016), la protagonista (Anne Hathaway), afectada por un grave problema de alcoholismo, descubre que tiene una insólita conexión con un monstruo que ha aparecido en Seúl. Es decir, hasta el momento, la obra de Vigalondo ha girado en torno a lo que podríamos denominar "género del absurdo", colindante con lo que vino a llamarse poshumor, con una parada en Open Windows en una distopía futurista de claro cariz tecnopesimista. Pero, con Daniela Forever, continuando siendo fiel a sí mismo, ha dado un giro inesperado a su cine y lo ha adentrado por territorios nunca transitados en sus películas anteriores, un territorio en el que ha aflorado todo un abanico de emociones asociadas a la vulnerabilidad del protagonista y en la que esa especie de "adolescencia perpetua o retardada" en la que vivían instalados los personajes del cineasta (adolescencia que se esfuerzan por no perder ni transformar) ha dejado paso a la irrupción inesperada en el momento final de la historia, al menos en el caso del personaje principal, de pensamientos y reacciones propios de la madurez y la edad adulta, con el nacimiento de un incipiente sentido de la responsabilidad. Es como si Vigalondo hubiera querido hacer, si no un "borrón y cuenta nueva", sí un replanteamiento profundo de las impresiones que dejaron en el espectador sus anteriores películas.
En la parte superior, cuatro fotogramas de Daniela Forever
Daniela Forever cuenta la historia de Nicolas (Henry Golding), un DJ que se halla sumamente afectado por la muerte de su novia (Beatrice Grannò), atropellada por un automóvil. Victoria (Nathalie Poza), una agente artística, le habla entonces de un experimento clínico en el que ella está participando y que gira en torno a los "sueños lúcidos" (sueños totalmente controlados por la persona que sueña, que decide qué quiere soñar y que, además, es absolutamente consciente que está soñando) y a su utilización como medio terapéutico útil para superar traumas psicológicos. A partir de un incidente absurdo, como siempre suele ocurrir en las películas de Vigalondo, su participación en dicho experimento degenera en los efectos contrarios a los que el mismo pretende y el protagonista, poco a poco, se va apartando de la realidad y encerrándose en un mundo ficticio, del cual va perdiendo progresivamente el control. El director pasa de un mundo a otro mediante un cambio de formato visual: el mundo real se representa en dimensión 4:3 y está rodado con cámaras betacam mientras que el mundo de los sueños lo vemos en dimensión 16:9 y está filmado en formato digital. Mientras que la textura visual del primer mundo es, obviamente, realista, la del segundo nos recordará a películas como Abre los ojos (1997) de Alejandro Amenábar, The Matrix (1999) de Lana y Lilly Wachoski, ¡Olvídate de mí! (2004) de Michel Gondry u Origen (2010) de Christopher Nolan, un mundo en el que las convenciones lógicas no existen y cualquier ruptura de las reglas establecidas es posible. Pero esos sueños sobre los que, presuntamente, se tiene el control son, como todos los sueños, escurridizos y caprichosos y tanto el consciente como el subconsciente de su protagonista conspiran contra sus pretensiones de levantar y construir de forma estable una realidad alternativa.
Arriba, cuatro imágenes de Daniela Forever
En esa deriva que deviene inmanejable, trufada por las típicas situaciones caóticas, surrealistas y absolutamente frikis del cine del realizador, lo más sorprendente (y que nunca habíamos visto antes en Vigalondo) es el ya mencionado giro final en el que el protagonista termina realizando un acto de sacrificio que, frente a las demostraciones de narcisismo cuasi-infantil que habíamos visto en 7:35 de la mañana, Choque, Los cronocrímenes, Extraterrestre, Open Windows y Colossal, supone una forma de ver la realidad en la que se acepta la existencia de límites y restricciones y la posibilidad de la renuncia personal como, simultáneamente, hecho asumible y vía redentora. Cuando la película termina, y antes de que empiecen a aparecer los títulos de crédito, se incluye una doble dedicatoria, a la memoria de la actriz Itziar Castro (que tiene un breve papel en la película y falleció el 8 de diciembre de 2023) y del comunicador Miguel López 'El Hematocrítico' (quien murió el 27 de noviembre de 2023). Es muy difícil no contemplar el desenlace de Daniela Forever (emocionalmente inesperado y, como ya he dicho antes, sorpresivo en la trayectoria de Nacho Vigalondo) como la consecuencia de un cambio vital profundo en el espíritu del director, afectado por dos muertes muy próximas de dos personas a las que él conocía, la demostración práctica y fehaciente de lo que decía aquel verso de Jaime Gil de Biedma de "que la vida iba en serio", realmente en serio. Frente a ello, la broma, la chanza y el jolgorio por el jolgorio empiezan a ser profundamente relativizados. Frente al divertimento continuo, otras dimensiones adquieren de repente importancia y relevancia. En ese sentido, casi podríamos considerar Daniela Forever como la metáfora de una crisis personal que supone todo un rito de paso desde la juventud a la madurez, desde la alegre irresponsabilidad de los años mozos a la asunción de deberes y obligaciones que está inevitablemente asociada a la época adulta, a la necesidad de aceptar que no siempre podemos pretender que la realidad se ajuste completamente a nuestros deseos e intenciones sino que la misma conlleva límites, restricciones y decepciones.
Daniela Forever es una película con un punto irregular en la que destacan el montaje de su entramado visual (absolutamente convincente) y en las estupendas interpretaciones de su pareja protagonista y de Aura Garrido, Nathalie Poza y Rubén Ochandiano aunque, en un defecto que comparte con la mayoría de las películas que se realizan en la actualidad, posiblemente le sobre unos veinte minutos de metraje y le hubiera venido muy bien ajustarse a la hora y media de duración que hasta no hace mucho era la canónica en muchísimos films. Sin embargo, la película abre un horizonte que promete ser estimulante en la trayectoria de Nacho Vigalondo: su capacidad técnica, suficientemente acreditada en sus títulos anteriores, junto a la opción por historias con mayor enjundia temática puede proporcionarnos obras de gran interés para el futuro inmediato. Daniela Forever, con sus virtudes y debilidades, puede marcar un decisivo punto de inflexión en la evolución de un director con todo el potencial para convertirse en un referente ineludible en los próximos años. Esperemos que, efectivamente, sea así.
TRÁILER DE DANIELA FOREVER
CANCIÓN ESCOLTA LA TEMPESTA (DESDE EL TEMPLO DE DEBOD) DE HIDROGENESSE, PERTENECIENTE A LA BANDA SONORA ORIGINAL DE DANIELA FOREVER
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