A la izquierda, retrato de Emilio Manescau. A la derecha, dibujo que recrea una de sus esculturas más emblemáticas: el San Salvador situado en la escollera sur del puerto de Mar del Plata (Argentina)
En el reciente II Encuentro de Res Hispánica, celebrado entre los pasados 25 y 27 de octubre de 2024 en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), tal como sucedió en el primer encuentro de dicho canal de YouTube, se insistió en una idea que es verdaderamente clave en toda la civilización hispánica: "el centro es la periferia y la periferia es el centro". Con ello, se quería recalcar el hecho de que, lejos de circunscribir la creación y la cultura a lo que sucede en unos pocos enclaves y lugares, las mismas se esparcían por todos los territorios de lengua castellana, convirtiendo a la civilización hispánica en una entidad multipolar en la cualquier ciudad, localidad o, incluso, rincón desconocido, podía generar iniciativas valiosas y de interés. Hoy, traemos a La dimensión súbita un ejemplo claro y evidente de ello en la figura del escultor Emilio Manescau Baccarelli (Mendoza, Argentina, 1910 - Madrid, España, 2008), que desarrolló su actividad artística fundamentalmente entre Melilla (España) y Mendoza y Mar del Plata (Argentina). Si, a la hora de hablar de España y de Argentina, llegáramos a pensar que la actividad cultural y creativa más importante se centra exclusivamente en Madrid, Barcelona y Buenos Aires, estaríamos pasando por alto un elevadísimo número de figuras que son relevantes para comprender la evolución histórica de nuestro arte y de sus diversas tendencias y para poder trazar una visión panorámica certera y veraz de nuestra cultura. Emilio Manescau es un perfecto ejemplo de ello.
A la izqda., foto realizada en Málaga de Emilio Manescau (con apenas un año de edad) con su madre en 1911; en el centro y arriba a la dcha., fotos de Emilio Manescau con dos de sus esculturas: abajo a la dcha., foto de Emilio Manescau en una exposición en Madrid. (Fotografías cedidas por Constanza Manescau)
Emilio Manescau tiene tras de sí una apasionante biografía familiar y personal. Según ha reconstruido el historiador Manuel Aragón Gómez (a quien seguimos en la presentación de la biografía del escultor), su abuelo (Emilio Manescau Rodríguez), casado con Adelaida Pacheco de Padilla, fue un militar que estuvo destinado en varios lugares del levante español. El hijo de ambos, Manuel Manescau Pacheco de Padilla (padre del escultor), se alejó de la vocación castrense de su padre y se dedicó a ser artista de zarzuela y opereta, empezando en España y trasladándose posteriormente a Argentina, donde se casó con Antonia Encarnación Baccarelli Baccarelli. siendo el escultor Emilio Manescau Baccarelli el primer hijo de la pareja. Manuel, Encarnación y sus hijos se trasladaron a España en torno al año 1911 y, por mediación del segundo marido de la madre de Manuel, un militar allí destinado, la familia se acaba instalando en Melilla en el año 1913. El joven Emilio Manescau empezará muy pronto a manifestar sus dotes artísticas y solo con dieciséis años ya hay noticia de que participó en la Exposición de Artes e Industrias. celebrada en la Cámara de Comercio local en 1926. Con diecisiete años, vuelve a participar en otra muestra en el Casino Español, la II Exposición de Arte e Industria, organizada por el Ateneo Científico, Literario y de Estudios Africanistas, teniendo sus obras una muy positiva acogida por la crítica. En 1928, recibirá una beca para realizar estudios en Madrid junto al también escultor Juan López. Con diecinueve años, sus obras pudieron ser contempladas en la capital de España en el IX Salón de Otoño de Madrid, organizado por la Asociación de Pintores y Escultores. Ya de vuelta en Melilla, en 1931 vuelve a participar en la Exposición de Artes e Industrias, celebrada durante las fiestas patronales de la ciudad. En 1932, le son encargadas dos copias de su figura alegórica de la República para el despacho de la presidencia y del Ministerio de Guerra, respectivamente (actualmente, la obra se expone en el Museo de Arqueología e Historia). En 1934, durante la Semana Cultural organizada por el Ateneo de Melilla, gana el primer premio en la modalidad de escultura y recibe la medalla de honor otorgada por la Asociación de Artistas Reunidos.
Arriba, diversas esculturas de Emilio Manescau
En 1935, se traslada a Roma tras solicitar una subvención para estudiar
escultura en dicha ciudad, siendo en la capital italiana donde le
sorprende el inicio de la Guerra Civil. Preocupado por la situación de su familia, se une al bando nacional para poder volver a Melilla. Su participación en la Guerra Civil le marcará profundamente, siendo una experiencia que le resultará amarga y traumática. Al final de la Guerra Civil, iniciará una relación con Teresa Rueda Fernández, natural de Alhaurín el Grande (Málaga), con quien tendrá seis hijos (José María, Emilio, Teresa, Manuel, Pedro Antonio y María Pilar), con quien contraerá matrimonio en 1945 y con quien se instalará en el Barrio del Tesorillo. En esos años posteriores a la Guerra Civil en Melilla, realizaría los trabajos de escultura de la fuente luminosa de entrada a la V Feria de Muestras y Exposición Hispano Marroquí, el busto del jefe de la Junta Municipal de la ciudad Cándido Lobera y los trabajos de restauración de los escudos de mármol de la puerta de la Plaza del Parque Hernández, los cuales habían sido destruidos en los años de la República. El 30 de octubre de 1952, fue nombrado director de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Melilla. Pero es entonces cuando su vida da un giro inesperado ya que toda la familia abandonará la ciudad, marchándose primero a Barcelona y, desde allí, trasladándose a Argentina, reencontrándose con su familia materna (ciertos desacuerdos con el régimen de Franco pudieron intervenir en la toma de dicha decisión). Se instalará en Mendoza y primero allí y después en Mar del Plata desarrollará una amplia actividad escultórica que, en gran medida, es desconocida en nuestro país. Hay que destacar el busto del almirante Brown y la figura del Cristo de San Salvador, una imagen de dieciséis metros situada en la escollera sur del puerto de Mar del Plata y que fue encargada por la Cofradía de Pescadores de dicha ciudad. A mediados de la década de los 80 del pasado siglo, Emilio Manescau volvió a España, fijando su residencia en Madrid, donde fallecerá en el año 2008.
Arriba, escudos de la puerta de la Plaza del Parque Hernández de Melilla, restaurados por Emilio Manescau
El estilo de Emilio Manescau se inscribe en la órbita del art decó, que era la estética predominante en Melilla en la primera mitad del siglo XX. Sus figuras humanas se caracterizan por un realismo muy fiel a los detalles y una habitual expresión de serenidad que, en gran medida, contrasta con las tendencias artísticas triunfantes de su época, más inclinadas al experimentalismo, la convulsión, la expresión de la angustia, la acidez y la iconoclastia. El hecho de que su forma de entender el arte esté a contracorriente de lo que se considera visión estética canónica del siglo XX no ha beneficiado a Emilio Manescau de cara a que su obra sea más conocida y tenga mayor repercusión (a lo que hay que añadir el propio carácter del artista, algo que nos ha revelado su nieta Constanza Manescau en una conversación que luego enlazamos) y, por ello, en España es ampliamente desconocido que una imponente escultura de 16 metros nacida de sus manos presida majestuosamente el puerto de Mar del Plata. En gran medida, la historia de Emilio Manescau es la de muchos creadores que, desde una fuerte personalidad propia ajena a modas, gustos y opiniones coyunturales, se deja llevar por su propio impulso interior en la convicción de que solo la fidelidad a la esencia individual genuina puede dar lugar a unas obras verdaderamente auténticas y sinceras. Por otro lado, el escultor representa esa condición tan propia de la idiosincrasia de la civilización hispánica que consiste en su capacidad para atravesar territorios y fronteras sabiéndose adaptar inteligentemente sin llegar a perder sus notas y rasgos característicos. Así, Emilio Manescau fue capaz de pasar por tres continentes, África (donde se sitúa la ciudad de Melilla), Europa (Madrid y Roma, ciudades en las que amplió su formación) y América (Mendoza y Mar del Plata, lugares donde culminó su labor), conservando unos rasgos autorales inconfundibles que impregnaron toda su obra a lo largo de las varias décadas que jalonaron su trayectoria. A día de hoy, muchas de sus obras se pueden ver en Melilla, en la Colección de Arte Español Moderno y Contemporáneo - Casa Ibáñez ("Mujer desnuda", "Busto de mujer", "Mujer" y "Busto de mujer"), en el Palacio de la Asamblea ("Musa", "Hombre desnudo" y "Homenaje a Cándido Lobera") y en el ya mencionado Parque Hernández, en Madrid, en el Museo de Arqueología e Historia ("República"), y en Mar del Plata, en la Escuela Nacional de Pesca ("Busto del Almirante Brown").
Arriba, dos momentos del proceso de creación de la figura del San Salvador por parte de Emilio Manescau. (Fotografías cedidas por Constanza Manescau)
Pero, dentro de la obra de Emilio Manescau, como ya hemos mencionado, tiene especial importancia la imagen del Cristo de San Salvador en el puerto de Mar del Plata, una escultura emblemática pero que esconde tras ella numerosos secretos, como, por ejemplo, que se trata de una obra incompleta por culpa de una curiosa y llamativa historia de amor. De este tema y de la figura del escultor, hemos hablado con su nieta, la directora de cine Constanza Manescau, quien, además, nos ha contado detalles muy interesantes sobre la personalidad de su abuelo y nos ha explicado su proyecto de realizar un documental sobre su vida y sobre la intención de culminar la escultura de San Salvador según el diseño inicial de la obra, el cual llevaría el título de Emilio Manescau. El legado. En el siguiente enlace, tienen el acceso a dicha interesante conversación.
CONVERSACIÓN CON CONSTANZA MANESCAU, NIETA DE EMILIO MANESCAU
En los dibujos superiores, recreaciones de la figura de 16 metros del San Salvador de la escollera sur del puerto de Mar del Plata
Como ven, la historia de Emilio Manescau y de su familia ha sido capaz de trascender fronteras, océanos y límites temporales. Con el escultor como centro, tanto el pasado como el futuro han podido extenderse por tres continentes con el arte y la creación como ejes centrales. Que Constanza quiera hacer una película sobre ello no es de extrañar porque solo el cine sabe plasmar la grandeza de un relato real que esconde diversidad de matices, reflexiones y moralejas. Cuando veamos las imágenes del documental ya realizado, deberíamos ser conscientes de que seremos un eslabón más de una cadena que comenzó cuando Manuel Manescau decidió emigrar a Argentina y, con ello, trazar un vínculo que duraría más de un siglo entre tres territorios separados entre sí por un grandioso océano. ¿Cómo continuará la cadena? La infinidad de respuestas posibles no es más que el reflejo de la complejidad y riqueza de la maravillosa realidad en la que estamos inmersos.
En el dibujo superior, retrato de Constanza Manescau, nieta del escultor Emilio Manescau
CULTURA EN TODA SU DIMENSIÓN, NUNCA MEJOR DICHO. Profundo gran artículo de divulgación de un artista no conocido en su auténtico valor en España, pero que merece varias primeras páginas en revistas de Arte. Afortunadamente LA DIMENSIÓN SÚBITA no es una revista más, sino un espléndido compendio de información y cultura.
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