CRÓNICAS OLÍMPICAS PARÍS 2024. DÍA 8: LA CIUDAD COMO PARQUE TEMÁTICO

 



Si preguntáramos cuáles son los dos barrios de París relacionados con el mundo del arte, los barrios que han solido ser residencia habitual de artistas y pintores, no sería extraño que mucha gente respondiera correctamente con los nombres de Montmartre y Montparnasse. Más complicado sería que muchos pudieran explicar por qué son dos, el motivo por el que existen dos lugares que hayan concentrado ese mundillo bohemio, contracorriente y efervescente de los creadores pictóricos y artísticos en general, un mundillo que, tratándose de París, reúne una galería de nombres grandiosos que son fundamentales en la Historia del Arte (escrito así, con mayúsculas): entre otros muchos, Courbet, Millet, Berthe Morisot, Monet, Seurat, Manet, Renoir, Cézanne, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Eva Gonzalés, Marie Bracquemond, Mary Cassat, Rousseau, Picasso, Braque, Rodin, Camille Claudel, Marc Chagall... Luis Buñuel, en sus memorias, Mi último suspiro, explica son brevedad, precisión y claridad aquella dualidad geográfica: "Se decía entonces que en París, capital indiscutible del mundo artístico, había cuarenta y cinco mil pintores –cifra prodigiosa– muchos de los cuales frecuentaban Montparnasse (después de la Primera Guerra Mundial, Montmartre había pasado de moda)". Es decir, se habla indistintamente de los dos barrios pero la cúspide de relevancia de cada uno de ellos tuvo lugar en intervalos temporales diferentes. Pero, como seña de identidad del momento actual (y no solo del momento actual porque se trata de un hecho cuyas raíces vienen de muy atrás), la historia queda borrada a favor de una composición plana en la que detalles, matices y profundidad de espacio han quedado eliminadas a favor de una simplicidad máxima de discurso y pensamiento.


En los dibujos superiores, recreación de los momentos iniciales de la prueba masculina de ciclismo en ruta de París 2024


Por supuesto, lo dicho no ocurre solo en París. Los centros históricos de la grandes ciudades emblemáticas han pasado a ser atracciones turísticas cuyas "biografías" han quedado borradas o, en todo caso, solo se hace referencia a un elemento de aquellas que pueda actuar como "gancho" atractivo para las visitas foráneas. A veces, incluso dicha "biografía" se manipula o se inventa con el fin de transmitir una imagen que no corresponde a la realidad. Ahí tenemos los ejemplos del Barrio Gótico de Barcelona, invención del escritor Ramón Rucabado, denominación curiosa cuando, según el inventario realizado por el concejal Adolfo Florensa en 1927, solo se podían identificar a lo sumo cinco obras en la ciudad que podían considerarse como góticas o, incluso, según palabras del arquitecto Joan Rubió (1870-1952), "el Barrio Gótico no se ha de respetar ni mucho ni poco, porque no existe", o del Barrio de Santa Cruz en Sevilla, que se considera un muestrario paradigmático de la arquitectura tradicional andaluza, cuando fue fruto de una idea en torno a 1920, del Ministro de Turismo de la época, el marqués de la Vega Inclán, que quiso recrear en la capital hispalense lo que se pensaba que era un pueblo típico andaluz con el fin de atraer visitas. Es decir, se trata de un pastiche que es extremadamente parecido a lo que hicieron los vecinos de Villar del Río en Bienvenido, Mister Marshall (1953) de Luis García Berlanga. París también ha jugado a eso con la imagen que está queriendo transmitir en estos Juegos Olímpicos. Lo hizo con su discutible ceremonia de apertura y lo ha vuelto a hacer hoy, inevitablemente, con la celebración de la prueba masculina de ciclismo en ruta, con la subida a Montmartre y la llegada a la Plaza del Trocadero como momentos clave de la carrera (aparte de un paso más que significativo por Versalles). Ello también lo vimos, claro está, en las pruebas de 20 Km. marcha y lo volveremos a ver mañana en la prueba femenina de ciclismo en ruta, en la de marcha con relevos (ekiden) y en las del maratón.


En los dibujos superiores, recreación de varios momentos del desarrollo de la carrera


El turismo se ha convertido en una fuente de ingresos esencial para muchas economías y solo este factor puede explicar la expectativa de rentabilidad que las autoridades depositan en determinados eventos o fenómenos. ¿No es verdad que no se puede separar la reacción en muchas ciudades ante el inesperado aluvión turístico en los dos últimos años con el sorprendente buen comportamiento de la economía española en ese mismo período, inexplicable sin el fortísimo (e imprevisible) tirón que el turismo ha experimentado tras dos años de pandemia por la COVID?¿Acaso la proliferación de concursos de cocina en la televisión no está relacionada con la imperiosa necesidad de mejorar la calidad de la oferta gastronómica hispana con el fin de lograr la atracción del segmento de turistas con mayor poder adquisitivo y mejorar así las cifras de ingreso medio por visitante? El deseo de atraer eventos deportivos de primer nivel, ¿no se debe a la estrategia de que ello se pueda convertir en la campaña de marketing perfecta para incrementar el número de visitantes a las ciudades organizadoras de los mismos? Por ello, si hay la oportunidad de, en alguna de las pruebas olímpicas, mostrar las joyas y maravillas del espacio urbano, por supuesto que se hará. Y, vayamos o no a París a raíz de la celebración de los Juegos Olímpicos, los espectadores, nos guste o no el ciclismo, el atletismo o cualquier otro deporte, podemos disfrutar de ver el espectáculo visual de una ciudad en todo su esplendor aunque al precio, en ocasiones, de convertir su casco histórico en una especie de ficticio y falseado parque temático del que la Historia, narrada cabalmente, está completamente ausente.


En el dibujo superior, recreación de diversos momentos de la prueba ciclista masculina en carretera de París 2024


En mi caso, prescindiendo de las intenciones promocionales por parte de Francia, tengo que reconocer que me gusta ver por televisión las carreras ciclistas porque en cada una de ellas puede haber sutilmente encerradas todo un conjunto de historias apasionantes. Está el favorito que lucha por hacer auténticas las previsiones y que, al final, puede vencer o no. Está el ciclista modesto que, contra todas las expectativas, logra al final un puesto destacado en la clasificación. Está quien lucha a lo largo de toda la prueba para intentar ganar o terminar en las primeras clasificaciones y que, tal vez, es cazado dramáticamente por el pelotón en el último kilómetro del recorrido. Está el ciclista veterano con el que nadie cuenta pero que, quizás, en la última competición de su carrera, consigue su último triunfo (y, ¡quién sabe!, tal vez el más importante de su trayectoria). Toda carrera ciclista, si la sabemos ver con perspicacia, es una novela-río con una trama principal y múltiples tramas secundarias que la convierten en un relato apasionante, lleno de suspense y no pocas veces con sorpresivos giros de guion. Hoy, hemos empezado viendo a cinco modestísimos ciclistas (A. Ed Doghmy de Marruecos, C. Rougier-Lagane de Islas Mauricio, T. Chaiyasombat de Tailandia, C. Kagimu de Uganda, E. Manizabayo de Ruanda) figurar escapados durante más de ciento cincuenta kilómetros con el fin de tener un mínimo protagonismo que, con toda seguridad, no iban a tener en la clasificación final de la prueba. A continuación, hubo otros cuatro escapados ya de mayor nivel (E. Viviani, de Italia, G. Syritsa, de Rusia  –compitiendo, recordemos, bajo las siglas AIN–, R. Mullen, de Irlanda, y G. Bouglas, de Grecia) que buscaron su oportunidad intentando sorprender al pelotón. Este segundo grupo (con la excepción de Syritsa, que no pudo seguir el ritmo y se descolgó) cazó al primero cuando faltaban 122 Km. para el final. Del grupo unificado, se acabaron descolgando Doghmy, Chaiyasombat, Manizabayo, Bouglas, Kagimu y Rougier-Lagane (quedando adelante solo Viviani y Mullen) antes de que en el pelotón empezaran los ataques a 90 Km. de la meta, del cual se escaparon el irlandés Ben Healy y el kazajo Alexey Lutsenko. Al final, quedaron en cabeza, primero, Healy, Lutsenko y Mullen y, después, solo Healy y Lutsenko, que quedaron entre 20 y 30 segundos por delante de un pelotón en el que el belga Remco Evenepoel, uno de los grandes favoritos, realizaba constantes ataques.


En los dibujos superiores, recreación de diversos momentos en el tramo final de la carrera


Al entrar en el circuito de Montmartre, cuya colina había que ascender tres voces, entre escaramuzas permanentes, se escaparon del pelotón el alemán Pollit, el canadiense Woods, el francés Madouas, el británico Wright, el suizo Kûng, el austríaco Haller y el mongol Sainbayar. En la primera subida a Montmartre, un brutal ataque en el pelotón del neerlandés Mathieu van der Poel, destrozando la carrera, solo obtuvo respuesta por parte del belga Wout van Aert. A ambos se les unió más tarde el francés J. Alaphilippe, el estadounidense M. Jorgenson y el letón T. Skujins que se lanzaron a la caza de los ciclistas que aún se mantenían en cabeza por delante de ellos, donde ya ostentaba el liderato en solitario Ben Healey pero no pudieron y fueron absorbidos por el pelotón en el que Evenepoel seguía muy atento a todos los movimientos. Y, efectivamente, el belga realizó un primer ataque a 38 Km. de meta. que, diez kilómetros más tarde, condujo a que se quedara como líder de la carrera junto a Madouas. Por detrás, van der Poel atacaba para intentar conectar con él, respondiendo nuevamente a la ofensiva Wout van Aert (compañero de selección de Evenepoel). neutralizando las intenciones del neerlandés. A 15 Km. de meta, en la tercera subida a Montmartre, Evenepoel pudo soltarse de Madouas y el resto de la carrera fue una cabalgada en solitario del belga hacia la meta y, por tanto, hacia la consecución de la medalla de oro a pesar de un pinchazo que sufrió a 4 Km. de meta que le obligó a cambiar de bicicleta. Tras él, entró Madouas, que ganó la medalla de plata, y, en el grupo inmediatamente posterior, ganó el sprint Cristophe Laporte, que obtuvo, así, la medalla de bronce, consiguiendo, por tanto, la selección francesa dos medallas en la prueba. En definitiva, una carrera vibrante en un decorado de lujo, con un Evenepoel que se ha llevado el oro tanto en la contrarreloj como en la prueba de fondo en carretera, algo que es la primera vez que ocurre en las olimpiadas, elevándolo a la categoría de una de las grandes estrellas de París 2024. Y, por supuesto, con la torre Eiffel como testigo privilegiado. Porque de eso se trataba.







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