Conforme los Juegos Olímpicos avanzan, cada vez se hace más frecuente que se produzcan y que coincidan al mismo tiempo ese tipo de partidos en los que ya se dilucida sin posibilidad de rectificación si un equipo o un deportista individual va a continuar en la competición o si, por el contrario, va a tener que abandonar y esperar otra oportunidad para conseguir un logro de alto nivel. Y, así, hoy hemos visto hasta seis contiendas en las que los deportistas españoles se han tenido que jugar en un cara o cruz inapelable si iban a cumplir o no con sus objetivos. Por la mañana, en las aguas próximas a la ciudad de Marsella, los regatistas españoles Diego Botín y Florian Trittel, afrontaban la medal race en el torneo de vela en la modalidad de skiff masculino. En función de la puntuación obtenida en las anteriores regatas, si quedaban sextos, aseguraban la medalla; si alcanzaban el tercer puesto, obtendrían la medalla de oro. A las 13.30, el tenista Carlos Alcaraz participaba en las semifinales del torneo individual masculino para luchar por un puesto en la final debiéndose enfrentar al canadiense Félix Auger-Aliassime. A las 16.00, en la pista Suzanne Lenglen de Roland Garros, la pareja de
tenis formada por Cristina Bucsa y Sara Sorribes Tormo también se jugaba en semifinales el
pase a la final con la pareja rusa Mirra Andreeva-Diana Shnaider
(que, recordemos, compiten bajo las siglas AIN, "Atletas Individuales
Neutrales"). A las 17.00, la selección española masculina de fútbol jugaba con el duro equipo de Japón en cuartos en final de la competición para decidir un puesto en las semifinales. También a las 17.00, el boxeador Rafa Lozano 'Balita" se enfrentaba al púgil dominicano Yunior Alcántara también en cuartos de final de su categoría: si ganaba el combate, se aseguraba la medalla, ya que en boxeo los perdedores de las semifinales no se enfrentan entre sí para dirimir el tercer puestos y ambos se llevan sendas medallas de bronce. Y, finalmente, a las 17.15, la selección española masculina de baloncesto se enfrentaba a la excelente selección canadiense en el último partido de la fase de grupos para ver si iba a conseguir pasar o no a los cuartos de final del campeonato. Seis enfrentamientos en los que ya no había posibilidad de corregir ningún error pero en la que, como contrapartida, una victoria significaba un colosal y glorioso paso adelante. En tres de las competiciones nos ha ido bien y, en las otras tres, no tanto.
La jornada comenzó bien y Diego Botín y Florian Trittel no especularon en la regata y consiguieron la victoria en ella, de modo que aseguraron de sobra la obtención de la medalla de oro, consiguiendo, de esta manera, que el himno español sonara por primera vez en estos Juegos Olímpicos. Carlos Alcaraz también saldó su partido con victoria sobre el tenista canadiense pasando a la final y asegurándose, como mínimo, la medalla de plata del torneo. Alcaraz bordó un gran partido y apenas dejó margen de maniobra a Félix Auger-Aliassime, venciendo en dos sets por 6-1 y 6-1, confirmando el gran estado de forma en que se encuentra. Cristina Bucsa y Sara Sorribes Tormo, en cambio, no pudieron con la pareja rusa, perdieron también por 6-1 y 6-1 (es decir, en perfecta simetría con el partido de Alcaraz) y, ahora, tendrán que jugar un encuentro para dilucidar si obtienen o no la medalla de bronce del campeonato olímpico. Más dolió la derrota del púgil Rafa Lozano. En un combate áspero y espeso, con su contrincante más preocupado en manejar el juego psicológico (simulando que había golpeado al español cuando ni tan siquiera lo había tocado) que en intentar combatir de forma abierta y deportiva, los jueces terminaron dando la victoria al púgil dominicano en una decisión dividida, terminando el combate tras la decisión arbitral con las lágrimas de Lozano. La selección española de futbol venció a la correosa de Japón por un engañoso 3-0 ya que el equipo nipón dio mucha más batalla de lo qu el marcador aparenta. Un gol anulado de Japón por fuera de juego al final de la primera parte (que hubiera significado el empate a uno para la selección nipona) fue decisivo para la victoria española. Finalmente, creo que lo que más dolió fue la derrota de la selección española de baloncesto. Los nuestros combatieron a gran nivel y perdieron solo por tres puntos, 88-85, siendo decisiva la ventaja que obtuvo el equipo canadiense en el segundo cuarto del partido. A pesar de perder y no poder pasar a cuartos de final, la selección dejó buen sabor de boca a los aficionados, luchando por el partido con máxima competitividad hasta el último segundo del encuentro. En definitiva, hoy hemos comprobado a partes iguales el sabor de la victoria y de la derrota.
Se dice, en muchas ocasiones, que el deporte puede ser una escuela de vida y, aunque ello tiene parte de verdad, también hay que evitar conclusiones férreas, rígidas y dogmáticas, sobre todo cuando los hechos en sí mismo siempre ofrecen varias lecturas y cuando hay que dilucidar con precisión cómo y en qué ámbitos hay que aplicar las moralejas que podamos extraer de las competiciones deportivas. Es habitual, y hasta inevitable, en una competición deportiva distinguir entre "ganadores" y "perdedores", entre quienes reciben todos los laureles y honores y quienes quedan en un ignorado segundo plano. Como decía la canción de ABBA, the winner takes it all. Pero esa idea no es válida para todos los órdenes de la vida. Aunque solo fuera porque la misma nos llevaría a una frustración colectiva de descomunales proporcionales y de imposible gestión. ¿Es que acaso hay que considerar como "perdedores" o "fracasados" aquellos que no se convierten en el número uno de su actividad y son famosos por parte de toda la opinión pública?¿Es que acaso no hay distintos tipos de éxito y hay muchos a quienes, en el conjunto de su vida cotidiana, tanto en los aspectos personal como profesional, se les puede considerar que triunfan en sus propósitos y disfrutan de éxitos continuos aunque los mismos sean anónimos?¿Es que acaso todos los aspectos de la vida son juegos de cero y uno en el que una parte lo consigue todo y la otra se queda completamente de vacío, acaso no es posible la negociación, la transacción, la distribución de logros a diferentes niveles? Es cierto que, en los últimos tiempos, el reparto de la victoria cada vez es más desigual y esa máxima del the winner takes it all parece estar cada vez más cerca de la realidad. Sin embargo, el éxito, por ejemplo en estos Juegos Olímpicos, no es meramente lograr la medalla de oro. ¿Es que quedar entre los ocho mejores del mundo en una competición puede ser considerado como un fracaso (incluso quedar entre los 20 o 30)?¿No es un éxito en sí mismo poder participar en un acontecimiento como el que estos días se celebra en París? Más allá de reconocimiento social masivo, hay que empezar a considerar que el éxito va más allá de esa única dimensión y que la coincidencia entre la visión interior de cada persona y su realización en el exterior, en la realidad, en el mundo puede ser el mayor indicador de logro vital y profesional. Desde este punto de vista, solo el sentimiento íntimo de cada persona, su bienestar o malestar, su tristeza o felicidad, puede expresar lo que es o no es éxito. Y, por ello, se trata de algo absolutamente privado, que solo cabe discernir en el seno del espíritu de cada ser humano. Por tanto, es absolutamente incomunicable e indiscernible, lo contrario y opuesto a lo que habitualmente solemos pensar.
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