De izqda. a dcha., Roger Waters, Nick Mason, David Gilmour y Richard Wright, integrantes de Pink Floyd en 1971
En 1965,se fundó en Londres la banda de rock Pink Floyd, siendo en ese momento sus miembros el baterista Nick Mason, el teclista y vocalista Richard Wright, el bajista y vocalista Roger Waters y el guitarrista y vocalista principal Syd Barret (quien se convirtió en el líder del grupo tras el breve paso por él del guitarrista Bob Klose). Tras diversos avatares, por los que hubo numerosos cambios entre los integrantes de la banda (los más trascendentales, la incorporación del guitarrista y vocalista David Gilmour en diciembre de 1967 y la marcha de Syd Barret en 1968), a día de hoy Pink Floyd ha vendido más de 280 millones de álbumes de todo el mundo (casi 98, solo en Estados Unidos). Esta banda es emblemática del llamado rock sinfónico y progresivo y dos de sus discos, The Dark Side of the Moon y The Wall, son clásicos absolutos que están considerados como dos obras maestras indiscutibles de toda la historia del rock. La música de Pink Floyd es sinónimo de virtuosismo y de ambición creativa, de intentar llevar el rock a cotas de calidad artística y hondura temática inimaginables cuando Chuck Berry empezó a cantar Roll Over Beethoven, Elvis Presley, Heartbreak Hotel y Jerry Lee Lewis, Great Balls of Fire. Pink Floyd atravesó una frontera estética que parecía infranqueable, la del rock como música de gran éxito popular, ágil, dinámica, salvaje, desenfrenada (fácilmente desenfrenada) cuando se lo proponía, más suave y melódica si era menester en función del tema de la canción (sobre todo, cuando había que visitar el territorio del romanticismo), pero ceñida a un marco concreto y determinado en el que cualquier devaneo filosófico o reflexivo parecía quedar vetado. Pink Floyd se atrevió a crear álbumes como The Piper at the Gates of Dawn (1967), con un título inspirado por la novela El viento en los sauces (1908) de Kenneth Grahame y todo él surcado por letras de carácter surrealista, a componer canciones de 23 minutos, como hicieron en Meddle (1971) incluyendo el tema «Echoes», el cual se articulaba a través de constantes efectos de sonido, a inspirarse en el libro homónimo de Arthur C. Clarke para escribir la canción «Childhood's End», que formaba parte del álbum Obscured by Clouds (1972) y a imaginar discos conceptuales como los ya mencionados The Dark Side of the Moon (1973) y The Wall (1979), y otros como Wish You Were Here (1975) –con varias canciones que desarrollaban una fuerte crítica a la industrialización de la música– y Animals (1977).–con temas vinculados por haber sido inspirados por el libro Rebelión en la granja (1945) de George Orwell–.
Portadas de los álbumes de Pink Floyd
En el caso de The Dark Side of the Moon, el concepto que unificaba las canciones del disco estaba constituido por temas como la avaricia, el envejecimiento, la muerte y la enfermedad mental, todos ellos vinculados entre sí por circunstancias biográficas, en concreto, por un lado, las presiones sufridas por el grupo a lo largo de su carrera artística y, por otro, los problemas de salud mental de Syd Barret que fueron los que acabaron provocando su salida de la banda en 1968. Por su parte, The Wall era una ópera rock cuyo argumento estaba protagonizado por una estrella del rock hastiada que decidía levantar un muro "psicológico" para lograr aislarse del contexto social en el cual se desarrollaba su vida. Esta actitud creativa de Pink Floyd no era única y exclusiva de la banda sino que en buena parte del pop y en el rock de los años 60 y 70 se extendió una postura deseosa de elevar la música hacia cotas superiores tanto desde el punto de vista estético como conceptual. Basta con mencionar nombres como Bob Dylan, Joan Baez, The Doors, Grateful Dead, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jefferson Airplane, Leonard Cohen, Eagles o David Bowie o analizar la evolución estilística experimentada por los Beatles para constatarlo. No quiero distorsionar la realidad y esto que acabo de manifestar no quiere decir que todo el pop y rock de esos años tuviera las mismas pretensiones. Frente a los artistas que he enumerado y otros muchos que estaban en su misma línea, había otras bandas e intérpretes que se movían en aspiraciones puramente comerciales. Pero, atendiendo, por ejemplo, a las cifras de ventas de Pink Floyd, las mismas dejan claras que los intérpretes con aspiraciones elevadas y que deseaban huir de la más estrecha banalidad disfrutaban de un generoso espacio en el mercado discográfico y contaban con un amplio público interesado en sus propuestas. Y esto es algo muy diferente a lo que ocurre en el ámbito de la música popular en los tiempos actuales.
En el dibujo superior, recreación de un concierto de Pink Floyd en 1989 en el Docklands Arena de Londres (Autor de la foto original: Paul Carless)
La cuestión relevante de la música popular hoy día no se centra en mi opinión en la mayor o menor calidad de las canciones e intérpretes que dominan en las listas de ventas sino en la ausencia entre ellos de proyectos creativos que busquen huir de la banalidad efímera y de la superficialidad hueca. Es decir, yo no identifico el problema tanto en lo que está como en lo que no está, en lo que hasta principios del siglo XXI sí estuvo y, en la actualidad, solo ocupa un lugar minúsculo e irrelevante. Y ello me lleva a una cuestión mucho más peliaguada. ¿Por qué en las décadas de los 60 y los 70 había público para un grupo como Pink Floyd y ahora, si algún artista quisiera crear en la misma línea que esta banda británica de rock, estaría condenado con toda probabilidad al más miserable de los fracasos?¿Qué ha cambiado para que se haya podido experimentar un giro tan radical en el seno no ya de la música sino del público deseoso de consumir música?¿Habrá existido alguna vez un grupo como Pink Floyd?¿O todo ello no fue más que un sueño que ha sido enterrado por los designios de no se sabe muy bien qué instancias para hacer desaparecer en la sociedad cualquier atisbo de inquietud reflexiva o artística mínimamente ambiciosa y profunda? No tengo respuestas nítidas e inequívocas a esta pregunta. Solo nos quedan la música y las creaciones de quienes pensaron que se podía crear para un público amplio y diverso desde la posición estética y filosófica más rigurosa y exigente posible. Música y creaciones que, tal vez, fueron solo una ilusión condenada finalmente a la nostalgia y la resignación, a la añoranza por unas vivencias que fueron, quizás, un esplendoroso paréntesis antes de la senda inexorable de la mediocridad y la decadencia.
THE DARK SIDE OF THE MOON (50 ANIVERSARIO) – REMASTERIZACIÓN DE 2023. ALBÚM COMPLETO
CONCIERTO DE PINK FLOYD EN NUEVA YORK EN EL AÑO 1988
Gran artículo en profundidad. Para archivar, sin duda, por todos aquellos que pensamos que la música es el gran lenguaje universal. Y que ese lenguaje no solo alimenta emociones sino que cabalga junto con el pensamiento. La música nos eleva sobre el ras de la tierra, nos permite volar. Cuando un tema une música y letra, empuja, no solo la emoción, sino también el pensamiento. En inglés y en español, también en otros idiomas, hay grandes ejemplos de ello. Temas que cimentan una parte fundamental de la cultura del siglo XX y que deberáin formar también del tejido cultural del siglo XXI. Diferentes temáticas y estilos, variados y en tonos propios, que van, por poner algunos ejemplos fundamentales, desde Pink Floyd a Triana, de Jacques Brel a Lole y Manuel, de Bob Dylan a Serrat y Sabina. Y muchos más, por supuesto que muchos más.
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