"DINÁMICA DE LO IMPENSADO" DE DANTE PANZERI: EL FÚTBOL COMO IMPROVISACIÓN


 

Dante Panzeri (1921-1978) fue un periodista deportivo argentino que desarrolló su labor durante muchos años en la revista El Gráfico y, posteriormente, tras dejar aquella en 1962 por un enfrentamiento con Álvaro Alsogaray, ministro de Economía durante la administración del presidente José María Guido, en los diarios Crónica, La Opinión y La Prensa,  en las revistas Satiricón y Goles, en la emisora radiofónica Radio del Plata y en las emisoras de televisión Canal 7 y Canal 11. Publicó dos libros, ambos con títulos más que expresivos: Burguesía y gangsterismo en el deporte (1974), que es una recopilación de los artículos escritos a lo largo de su vida periodística, y, sobre todo, Dinámica de lo impensado (1967), que es un compendio de sus ideas sobre el fútbol, los sistemas de juego y sobre cuál es la esencia de ese deporte, que se aparta ostensiblemente de las ideas que empezaron a triunfar en su época y que, en mayor o menor medida, aún están vigentes. Pudiera parecer que no, que hay equipos y entrenadores que se ajustan a lo que Dante Panzeri expuso en su ensayo pero, en realidad, no es así: los planteamientos del periodista se apartan tanto de cómo se suele desenvolver en principio un equipo de fútbol en el terreno de juego que cabe decir que sus ideas han sido apartadas del imaginario colectivo referido al fútbol y que las mismas solo se hacen realidad cuando los partidos enloquecen y los jugadores dejan de atender a las órdenes e instrucciones establecidas por el entrenador. Es decir, en última instancia, las ideas de Dante Panzeri siguen estado vivas solo que las mismas hacen acto de presencia únicamente cuando se llega a situaciones limite en los que se recurre más al corazón que a la cabeza. Lo "impensado" continúa siendo la clave y esencia del fútbol aunque no siempre ello quiera ser reconocido.


Dante Panzeri (1921 - 1978)

 

Posiblemente, la mejor frase nunca jamás pronunciada sobre la estrategia no solo en el deporte sino sobre la estrategia en el sentido más amplio posible de la palabra la dijo el boxeador Mike Tyson: "Todos tenemos un plan. Hasta que nos dan el primer puñetazo". En cierto modo, ello resume el punto de partida del planteamiento de Dante Panzeri: por mucho que se quiera controlar y someter a un equipo a rígidos esquemas tácticos, al final el resultado de un partido siempre depende de factores que no se pueden controlar. Un quiebro inesperado, un lance contingente o el azar más caprichoso serán los que siempre desequilibren la balanza del marcador a favor o en contra de uno de los dos contendientes. Por ello, no hay que encerrar el juego en marcos estrechos y cerrados sino todo lo contrario: hay que favorecer que surjan esas jugadas imprevistas que desequilibren al contrario y que acaben provocando que la victoria caiga de nuestro lado. Así lo explica Panzeri en el mismo comienzo de su ensayo:

"Este libro no sirve para jugar al fútbol. Sirve para saber que, para jugar al fútbol, no sirven los libros. Sirven solamente los jugadores… y a veces ni ellos, si las circunstancias no los ayudan".

Los siguientes párrafos desarrollan con mayor detalle lo que, en síntesis, está resumido en las frases anteriores:

"El fútbol se juega con la aceptada ley del derecho al despojo de la herramienta básica de juego. 

He ahí —para él, para el rugby, para el basquetbol y todos los deportes colectivos de oposición directa— una condición que hace absurda, imposible, una reiterada pretensión comparativa de muchos espíritus propensos a encandilarse con la luminosidad de la dialéctica tecnológica, que no discrimina entre técnica y humanidad en aquella pretensión de refundir, en un común presupuesto de metodización, a las actividades específicas de un futbolista con las de un operario, las de un atleta de cualquier competición deportiva individual, y hasta las de un artista de comedias. Esto último es frecuente, y no sólo en neófitos en materia futbolística; aun en supuestamente idóneos en fútbol, sea por debilidad de convicciones o por temor a quedar fuera de época, de no hablar «al ritmo» de una época… embustera. Eufemista. 

Se habla de la sistematizada dedicación de cada uno a su oficio (el futbolista ciertamente lo tiene en la sociedad contemporánea) y se asimila a todos a los mismos factores de oposición, pero sin jamás recordarse que mientras en el fútbol se hace fundamentalmente lo que el adversario permite hacer, y después lo que queramos nosotros hacer…, en todos los demás casos de pretendida comparación, la realización humana responde exclusivamente a lo que pueda ser capaz de hacer el protagonista totalmente liberado del riesgo de que alguien lo despoje del piano en que ejecuta la música, del pincel con que pinta, de la garrocha con que salta o de la bicicleta con que corre. Para estos casos puede haber, y asimismo no permanentemente, una técnica. Pero para el fútbol es ocioso hablar de una técnica, de una manera de jugar bien, de una norma para jugar o «ver mejor» un partido, siendo que habrá muchas humanidades fluctuantes, cambiantes, sorpresivas, imprevistas, espontáneas… que impondrán la vigencia de muchas técnicas. La técnica del imprevisto por sobre todos los previstos. Y más aún: limitando esa técnica al uso de la más indócil de las armas posesivas del hombre, los pies, siempre más indóciles que las manos al ordenamiento del cerebro. La espontaneidad no se puede metodizar en ningún orden de cosas. Además: nunca, en ningún orden de cosas, hemos visto surgir un hombre virtuoso solamente porque «le enseñaron» a ser virtuoso. El cirujano, el músico, el futbolista, todos tienen que nacer virtuosos para llegar a ser virtuosos mediante sus distintos senderos naturales: unos capacitándose, otros manifestándose. 

Hay sociólogos y filósofos que suelen resultarme los mejores autores de libros de futbol que yo conozca. Uno de ellos, Julián Marías, dice muy bien, sin pensar que esté «hablando de fútbol», que… cuando se sabe lo que va a pasar es que no va a pasar nada. 

Cuando la espontaneidad es planificada, lo espontáneo se acaba".

Es decir, pretender robotizar a un jugador de fútbol no es que sea una meta ilusoria sino que es un empeño absurdo y contraproducente para la consecución del objetivo de ganar un partido. Frente a la mecanización, hay que favorecer siempre lo inesperado e imprevisible.


Imagen creada con Midjourney


No es que Dante Panzeri no crea en los esquemas tácticos. De hecho, el capítulo 14 de su libro (escrito por el mítico jugador de River Plate y de la selección argentina Carlos Peucelle) se dedica íntegramente a explicar cómo podría funcionar un sistema 2-3-5 (2 defensas, 3 medios y 5 delanteros) bajo la premisa de que el mismo, a lo largo del desarrollo del juego, puede variar ostensiblemente aumentando, por ejemplo, el número de jugadores destinados a la defensa si así lo requieren las ofensivas del equipo rival y, para ello, se exponen toda una serie de instrucciones tácticas. Ahora bien, aunque es importante que haya un sistema de juego, en última instancia, en un partido de fútbol, lo que termina siendo trascendente es lo que ocurre fuera de dicho sistema. Evidentemente ello genera una contradicción que solo cabe ser diagnosticada como "neurosis" y que Panzeri ya identificó perfectamente en su obra. La creciente obsesión por los resultados, por vencer en el número máximo posible de partidos (el "ganar, ganar, ganar y volver a ganar y ganar, ganar, ganar y volver a ganar, eso es el fútbol" de Luis Aragonés)  lleva a querer controlar todos los aspectos posibles del juego y del comportamiento y movimientos de los jugadores en el campo pero ello conduce, por la propia naturaleza de lo que es el fútbol, a hacer más difícil la victoria sobre el rival. A los futbolistas, obligados a imponerse sobre sus contrincantes, se les hurta la habilidad fundamental de la que disponen para conseguir tal fin: su capacidad de improvisación, su capacidad de llevar a cabo acciones imprevisibles que estén fuera de guion y fuera de cualquier tipo de esquema preconcebido, su capacidad, a fin de cuentas, de ser creativos sobre el césped y saber detener el tiempo con el balón en los pies. El no hacer un juego vistoso y preferir un juego práctico con el fin de ganar se convierte en drama angustioso e inexplicable cuando lo único que se consigue es la derrota (sobre todo, cuando se han empleado presupuestos descomunales para diseñar plantillas auténticamente de lujo): los equipos, los jugadores, los técnicos casi tienen que acudir a terapia para intentar comprender por qué la sistematización del juego no lleva al triunfo cuando el problema residiría, precisamente, en la propia pretensión de sistematización del juego.


Imagen creada con Midjourney


Hay tres jugadores que ilustran a la perfección las tesis de Panzeri, su defensa de que lo improvisado, lo descontrolado, lo fuera de orden acaba determinando el resultado de un partido de fútbol. El primero es Manuel Francisco dos Santos, 'Garrincha'. Garrincha es considerado como el mejor regateador en la historia del fútbol. Sin embargo, tenía un defecto físico: era zambo, de tal forma que su pierna derecha era seis centímetros más corta que su pierna izquierda y su columna vertebral estaba torcida. Estos problemas se agravaron a raíz de una poliomelitis que sufrió. En contra de lo que pudiera pensarse, ello no le perjudicó en su carrera futbolística sino que acabaron resultando decisivos para que, a la hora de jugar, sus rivales se desconcertaran y no supieran adivinar cuáles iban a ser sus movimientos con el balón. A lo largo de su carrera deportiva entre 1953 y 1972, fue jugador de Botafogo, Corinthians, Atlético Junior, Flamengo y Olaria, participó en 348 partidos, logrando 103 goles y obteniendo tres Campeonatos Carioca y tres Torneos Río-São Paulo. Con la selección de Brasil, logró los campeonatos mundiales de 1958 y 1962. Otro caso paradigmático por motivos diferentes es el de Paul Breitner. Breitner, teóricamente, se movía en la demarcación de lateral derecho pero, a partir de ella, tenía una amplísima libertad de movimientos, sobre todo de carácter ofensivo, de modo que en muy pocas ocasiones se situaba en la zona que, en principio, tenía asignada inicialmente en las alineaciones. Esta forma de jugar, que casi es una herejía si consideramos los principios que dominan desde hace mucho tiempo en los planteamientos tácticos de los entrenadores, no le impidió ser titular indiscutible entre 1969 y 1983 en Bayern Munich, Real Madrid, Eintracht Brunswick y en la selección de Alemania Occidental. En sus clubes, jugó 491 partidos oficiales, marcando 135 goles y consiguiendo en total 7 títulos de liga, 3 de Copa y 1 Copa de Europa. En la selección, jugó 48 partidos, marcó 10 goles y logró la Eurocopa en 1972 y el Mundial en 1974. El caso de Mohamed Ali Amar, 'Nayim' se centra en su famosa jugada en la final de la Recopa de Europa de 1995, que enfrentó a su equipo, el Real Zaragoza, al Arsenal británico. Nayim marcó el gol de la final con un disparo a puerta que realizó a 49 metros de portería. En la jugada, no intervino ninguna instrucción táctica ni ningún planteamiento estratégico, simplemente un chispazo de genialidad del jugador que, viendo adelantado a Seaman, el portero del equipo contrario, imaginó en una décima de segundo que la mejor opción era intentar introducir desde ahí el balón a la portería. Y, efectivamente, tras una parábola imposible del esférico, lo consiguió y su club se llevó el trofeo. Estos tres casos demuestran que la genialidad y la improvisación no están reñidas con la rentabilidad deportiva más materialista sino, más bien, todo lo contrario.


En los dibujos superiores, de izqda. a dcha., Garrincha, Paul Breitner y Nayim


El reciente triunfo de la selección española en la Eurocopa también demuestra que, más que robotizar a los futbolistas sobre el terreno de juego, es siempre más adecuado darles unas directrices estratégicas y que, a partir de ellas, desarrollen sus habilidades sin instrucciones absolutamente mecanizadas. A mayor abundamiento, el exceso de análisis y la obsesión desmedida por el control, en vez de resultar positivos, pueden llevar a la derrota por ignorar el papel que lo impensado siempre tiene en el desarrollo de un partido. En los cuartos de final jugados contra Alemania, los dos goles que marcó España se caracterizaron porque al menos dos jugadores cumplieron una función de "pantalla", obligando a dos defensores germanos a ocuparse de dichos jugadores, mientras el jugador que llevaba el balón (Lamine Yamal en el primer gol, Dani Olmo en el segundo) dio el pase decisivo al jugador que venía desde atrás irrumpiendo en el área (Dani Olmo y Mikel Merino, respectivamente).


En las imágenes superiores, momentos de los dos goles que marcó España a Alemania en los cuartos de final de la Eurocopa 2024


Estas dos jugadas tuvieron que ser analizadas por el seleccionador francés, Didier Deschamps, y, probablemente, insistió en este hecho a sus jugadores. Pero, obviamente, hay algo elemental que no tuvo en cuenta: que, en un partido, un equipo haya marcado sus goles de una manera determinada, no quiere decir que siempre lo vaya a intentar del mismo modo. Y, de esta manera, los dos goles que España marcó a Francia (por parte de Lamine Yamal y Dani Olmo) resultaron provenir de disparos directos al área sin que los jugadores atacantes optaran por un pase al área a un compañero. Sorprendió la aparente inacción e, incluso, desconcierto de los futbolistas de la selección gala ante ambas jugadas y ello probablemente se debió a que olvidaron ese elemento en el que Panzeri tanto insistía y que la planificación  y mecanización desmedidas suelen pasar por alto: lo previsible no suele fulminarte sino aquello que no has previsto en absoluto. De esta manera. la clave pasa a ser la rapidez de reacción (sobre todo, mental) de cada jugador, tanto a la hora de atacar como a la hora de defender. Y es esa rapidez de reacción la que debería ser desarrollada e intensificada tanto para que el nivel de juego mejore como para conseguir resultados más positivos y logros más destacables.


En las imágenes superiores, momentos de los dos goles que marcó España a Francia en las semifinales de la Eurocopa 2024


Lejos de ser esta reflexión solo aplicable al fútbol, su alcance puede llegar a campos verdaderamente insólitos. En el terreno empresarial, por ejemplo, ante la creciente inestabilidad del entorno y la aceleración en la velocidad de los cambios en todos los niveles, se ha pasado de la concepción de la "planificación estratégica clásica" a la introducción de ideas como las de "dirección estratégica" e, incluso, la "dirección por señales débiles". Igualmente, en relación a la creación literaria, habría que tener un punto de escepticismo sobre aquellos consejos que imparten los cursos de escritura creativa con la defensa y enseñanza de modelos narrativos rígidos y cerrados y empezar a pensar no en cómo reproducir aquellos sino en cómo romperlos, desafiarlos y ser capaces de idear bien variaciones dentro de las estructuras tradicionales bien estructuras originales y novedosas que, en ambos casos, saquen al lector de la rutina, la monotonía y el adocenamiento. La "dinámica de lo impensado" no tiene por qué limitar su ámbito de relevancia en el terreno del fútbol sino que, tal vez, en un mundo acelerado, inestable e imprevisible, puede llegar a ser trascendente en campos demasiado invadidos por una preocupante falta de imaginación y creatividad.

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Comentarios

  1. En el fútbol, como en la literatura y el arte, se necesitan dos cosas: el don y el oficio. Eso por parte de los jugadores. Luego, los entrenadores, pueden establecer un plan táctico dentro de una estrategia general, pero son los jugadores de los que dispone los que pueden hacer que ese plan, no ya en los resultados (que dependen de varias cosas más) sino en el juego, se tenga o no se tenga éxito. Creo que en el reciente triunfo de la selección española en la Eurocopa intervinieron todos estos factores. Y uno más imprevisto e impensable: la cabeza de un delantero, Dani Olmo, que, en el momento justo, estaba en la porteria propia, en la línea de gol, para cambiar, posiblemente, el rumbo del partido.

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