En los tiempos del imperio romano, cuando un general conseguía una importante victoria militar y regresaba triunfal a Roma subido en su cuádriga para recibir el homenaje de sus ciudadanos, colocaban a su espalda a un lacayo que no dejaba de decirle al oído durante todo el trayecto: "Recuerda que eres mortal, recuerda que eres mortal, recuerda que eres mortal...". Parece que ya en esa época existía la certeza de que era muy fácil que los triunfos se les subiera a la cabeza a sus responsables y que, en consecuencia, había que advertirles de que la línea que separaba la gloria de la perdición era sumamente fina, imprecisa y escurridiza. Esta misma idea es aplicable a muchos órdenes de la vida y ¡cómo no! es plenamente constatable en el mundo del deporte, en donde el más mínimo detalle aparta a los deportistas del triunfo y los conducen inevitablemente a la derrota. En el film Olimpiada (1938) de Leni Riefenstahl, que recogía los mejores momentos de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, es inolvidable el instante en el que, durante la carrera femenina de relevos de los 4 x 100 metros, a la última de las integrantes del equipo alemán (que iba claramente en cabeza) se le cae el testigo de las manos en el momento del pase. El grito de lamento de la deportista germana resuena en todo el estadio a pesar de todo el estruendo generado por el público. Creo que nunca jamás el cine ha reflejado con tanta precisión y lucidez la fragilísima frontera entre la victoria y el desastre, como una y otra están separadas por una barrera transparente y prácticamente invisible. En literatura, les recomendaría que leyeran el cuento En el tiempo indeciso de Javier Marías, recogido en su recopilación Cuando fui mortal, el cual se desarrolla en el mundo del fútbol y que, con una imagen tan sencilla como potente, muestra como prácticamente nada separa al gol del vacío y la frustración. En los últimos días, hemos visto en diversas competiciones de los Juegos Olímpicos esa misma certeza que nos hace relativizar las nociones de triunfo y fracaso o, tal vez, de plantearnos que todo logro tiene muchas veces más un perfil de milagro que de consecuencia inevitable de los hechos.
Léon Merchand se ha convertido en todo un ídolo para los franceses
El pasado lunes, en la final masculina de la competición por equipos de gimnasia artística, se produjo un duelo estrechísimo entre China y Japón. China iba en cabeza pero, entonces, llegó el momento en que el gimnasta chino Su Weide tenía que realizar su ejercicio en barra fija. Todo iba bien pero, en uno de los movimientos, sus manos no se pudieron aferrar con la fuerza necesaria a la barra y fue a parar el suelo. Reanudó su actuación pero una segunda caída terminó por echar del todo abajo su puntuación y provocó que el equipo japonés superara en puntos al de China y acabara obteniendo la medalla de oro del torneo. Las caras de toda la delegación china y del propio Su Weide reflejaban, primero, la certeza inapelable de que ahí habían perdido la oportunidad de alzarse a lo más alto del podio y, después, la desolación cuando su intuición quedó plenamente confirmada tras la brillante actuación de los gimnastas japoneses. Ese instante en que las manos de Su Weide, por dos ocasiones, se soltaron de la barra a la que debían agarrarse condensan todo el dramatismo y el carácter precario y evanescente que encierra la consecución y la pérdida de la gloria, el delgadísimo espacio que separa a una persona de ser considerado un héroe de ser ignorado o despreciado como un villano. Los rostros de Su Weide y de todos los gimnastas chinos fueron solo la rúbrica a unos minutos decisivos qu quedaron definitivamente subrayados con las muestras de alegría y emoción del equipo japonés, contraste que es, a la vez, lección, moraleja y un aviso similar al que se le hacía a los generales romanos en su regreso triunfal a la capital del imperio.
En los dibujos superiores, recreación de la secuencia de imágenes que sellaron la pérdida de la medalla de oro en gimnasia artística masculina del equipo chino a favor del de Japón en París 2024
Por otra parte, hoy, 31 de julio, en el torneo femenino de fútbol, en el partido que ha enfrentado a las selecciones de España y Brasil, un lance del encuentro, protagonizado por la veterana jugadora brasileña Marta Vieira da Silva 'Marta', arruinó las posibilidades del equipo sudamericano de vencer a las futbolistas hispanas. En el período de descuento de la primera mitad, en una disputa por el balón entre Marta y nuestra jugadora Olga Carmona, la brasileña levantó excesivamente su pierna y acabó propinando un fuerte golpe en la cabeza a su adversaria. Inmediatamente, el árbitro se llevó la mano a su bolsillo y sacó la tarjeta roja a la futbolista de Brasil que se retiró del terreno de juego triste, compungida y consolada por sus compañeras y el equipo técnico. Marta es una legendaria y veterana jugadora brasileña que cuenta en su haber con 7 Ligas, 2 Copas y 4 Supercopas en Suecia, 2 Ligas en Estados Unidos, 1 Copa de Brasil, 1 Liga de Campeones Femenina de la UEFA, 1 Copa Libertadores y 3 Copas América y 1 medalla de oro en los Juegos Panamericanos con su selección, habiendo sido declarada Mejor Jugadora del Año en 6 ocasiones (2006, 2007, 2008, 2009, 2010 y 2018), ostentando el récord de ser jugadora que más goles ha marcado en Mundiales (17), teniendo en cuenta tanto la categoría femenina como la masculina. A pesar de toda su experiencia, bagaje y veteranía, una jugada excesivamente ingenua le ha costado la expulsión en el partido, lo cual se convirtió en un factor clave de la derrota de Brasil frente a España.
En el dibujo superior, recreación del momento en el que la legendaria y veterana jugadora brasileña Marta es expulsada en el partido de su selección contra la de España
Frente a los casos de Su Weide y Marta Vieira da Silva, tenemos el de Léon Marchand, el nadador francés que se está convirtiendo en una de las grandes estrellas de los juegos. El sábado 26 de julio, obtuvo la medalla de oro en la prueba de los 400 metros estilos. Y hoy, 31 de julio, ha conseguido la misma presea en las de 200 metros mariposa (en un emocionantísimo duelo con el nadador húngaro Kristof Milak) y 200 metros braza, batiendo el récord olímpico en las tres ocasiones. Con los juegos celebrándose en París, Merchand ha estado rodeado de un ambiente excepcional que le ha insuflado ánimos en la contienda y se ha convertido en un ídolo nacional con una acumulación de victorias que recuerda a las de Mark Spitz, Michael Gross, Pedro Pablo Morales, Ian Thorpe o Michael Phelps. Es el reverso absolutamente contrario a lo que ha sucedido con Su Weide y Marta Vieira de Silva, un paradigma de triunfo, de cumplimiento de las expectativas y de conversión del deportista en todo un símbolo para un país. Tal vez, alguien debiera empezar a decirle al oído aquello de "recuerda que eres mortal" porque, como ya he dicho, la línea que separa la gloria de la caída es frágil, quebradiza y caprichosa. Y el reconocimiento de ello es un requisito necesario (y nunca suficiente) para no atravesarla nunca jamás.
Léon Merchand se ha convertido en una de las grandes estrellas de París 2024 con sus medallas de oro en las pruebas de 400m. estilos, 200 m. mariposa y 200 m. braza
Magnífico artículo sobre lo poco que separa, a veces, el tirunfo de la derrota. No siempre gana quien lo merece y quien pierde, otras veces, no merece ser derrotado. En deporte y en todos los órdenes de la vida. La casual, lo impensado, lo no previsto, tienen su peso y en ocasiones desequilibran la balanza. Termino el comentario con una frase de mi libro Contrapensamientos: "La intención es nuestra, el resultado es del mundo".
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