CRÓNICAS OLÍMPICAS PARÍS 2024. DÍA 4: EL JUEGO DE LOS JUGUETES ROTOS

 

 

Manuel Summers realizó en 1966 el documental Juguetes rotos, en el cual retrataba a muchos ídolos del pasado que, en su vejez, habían caído en el olvido y en la pobreza. Por sus fotogramas, pasaron nombres como el Gran Gilbert, el torero y actor de cine Nicanor Villalta y deportistas como el futbolista Guillermo Gorostiza o el boxeador Paulino Uzcudun. Ese título de "juguetes rotos" se refería a cómo la sociedad, cómo esas anónimas "masas", consagraban a una persona en la cúspide de la popularidad y, cuando dicho momento pasaba, esas personas pasaban a ser relegadas y olvidadas del mismo modo que los niños dejan a un lado los objetos que han servido para entretenerles cuando los mismos empiezan a aburrirles. Hay veces en que los deportistas están rodeados de un entorno que les proporciona estabilidad, lucidez y buen juicio y otras en que no, no por su propia voluntad sino porque los propios entes federativos, cuando integran para sus equipos a personas muy jóvenes e inexpertas, tienden a que esos deportistas se aparten de sus entornos originales y confíen ciegamente en el entorno que dichos entes han diseñado para que nada interfiera en la formación, preparación y entrenamiento de sus atletas, algo que, aunque pensado para conseguir el mejor resultado en las competiciones, puede provocar el aislamiento de aquellos con consecuencias funestas a diversos niveles. Pero todo sea por los triunfos, los trofeos y las medallas. Solo teniendo en cuenta ese contexto es cuando se puede comprender cabalmente el caso vivido por Simone Biles.


En los dibujos superiores, recreación de algunos momentos de la competición olímpica femenina de gimnasia artística y de la participación en el mismo de la estadounidense Simone Biles


Desde que sucedió lo que sucedió en Tokyo 2020 (realmente, 2021, por culpa de la COVID), no deja de hablarse de los "problemas mentales" que padeció Simone Biles, de la desconexión que sufrió "entre cuerpo y mente" en un momento decisivo de la competición y de lo que pareció ser una cuestión meramente individual que no obligaba a realizar ningún tipo de reflexión a nivel colectivo o institucional para detectar ramificaciones  e implicaciones de mayor alcance. Todo funcionaba correctamente y lo sucedido fue una lamentable desgracia que le puede pasar a cualquiera, lo importante era reivindicar la trascendencia de la salud mental y advertir de que cada cual se cuidara para que, ante la más mínima señal de riesgo, actuara con celeridad acudiendo a los especialistas adecuados. Este modo de narrar su historia es sumamente y sospechosamente parcial aunque, tras la victoria que el equipo estadounidense femenino de gimnasia artística ha obtenido en el día de hoy, 30 de julio de 2024, en el torneo olímpico, se ha visto reforzada al poder presentar un relato de triunfo, caída y redención: poco menos que el viaje de la heroína, un trayecto casi de tragedia griega, de poema épico o de cantar de gesta, desde su nobleza primigenia hasta su paso por etapas oscuras y pasadizos siniestros hasta llegar al retorno a su esplendor inicial e irrepetible. Se trata de una historia perfectamente "vendible" que nos la han sabido vender perfectamente y que oculta otras muchas aristas, asperezas y aspectos muy poco agradables.


En los dibujos superiores, recreación de la participación de Simone Biles en la prueba de barra fija


La realidad es que, tras las acusaciones de abuso sexual que afectaron a Larry Nassar, fisioterapeuta del equipo de gimnasia de Estados Unidos, del que ella fue una de las víctimas y una de las denunciantes (se llegó a hablar de hasta 260 abusos cometidos contra mujeres jóvenes y menores de edad), Simone Biles no solo no estaba en las condiciones psicológicas satisfactorias mínimas para competir en las olimpiadas de Tokyo tanto por la situación vivida en relación a los abusos sufridos (situación que incluyó una demanda contra el FBI por inacción) sino por la derivada adicional de que los mismos fueron cometidos dentro de la estructura y organización de la federación a la que estaba vinculada de manera estrecha e inseparable. Resulta absolutamente inconcebible e inverosímil que dicha federación no hubiera percibido la situación de la gimnasta (si así fuera, los responsables técnicos solo podrían ser tildados de absolutamente  incompetentes) por lo que solo se puede concluir que, en la hipótesis más indulgente, omitieron cualquier tipo de intervención para sacrificar la salud de su deportista al objetivo de lograr un triunfo en los juegos olímpicos o, en el supuesto más condenatorio, que incluso llegaron a presionar a Biles para que participara y continuara en el equipo fuera como fuera confiando en que su situación no pasaría a estar fuera de control. Analizando la cuestión desde dicha perspectiva, no podríamos estar ante un relato compacto y monolítico sino que se nos abriría la disyuntiva de tener que elegir entre dos relatos diferentes.


En la imagen superior, recreación de la participación de Simone Biles en la prueba de salto


Por un lado, tendríamos el relato "oficial", ya expuesto: el caso de Simone Biles es el de una deportista que toma conciencia de sus problemas mentales y decide reaccionar a tiempo. Por otro lado, tendríamos el relato "prohibido": en las actuales estructuras deportivas, prima, ante todo y por encima de todo (en contra de los valores que pomposamente se declaran), la obtención de triunfos (lo cual puede resultar lógico) y, para ello, los deportistas no serían más que "carne de cañón" que podría ser utilizada para fines puramente inmediatos y cortoplacistas (lo cual solo puede ser considerado como absolutamente inaceptable). Pudiendo estar la realidad entre estos dos extremos, parece claro que la segunda versión de los hechos resulta muy peligrosa y desestabilizadora para ser divulgada sin restricciones entre la opinión pública y, por supuesto, no es solo que no haya sido explicada sino es que ni tan siquiera se han suscitado las preguntas mínimamente lógicas que se deducen de aceptar sin objeciones el relato "oficial". Políticos, federativos, técnicos, deportistas y periodistas han colocado una empalizada en el proceso de reflexión y análisis para no tener que llegar a una explicación completa e integral de cómo la gimnasta más importante del mundo pudiera llegar a romperse en plena participación en los Juegos Olímpicos ante la inopia generalizada de quienes tenían la obligación de estar absolutamente pendientes y vigilantes de ello. Debemos tener en cuenta que muchos deportistas que se integran y empiezan a desarrollar su actividad en el mundo del deporte de competición son personas muy jóvenes (en muchos casos, sin llegar a la mayoría de edad) y que, por tanto, existen unos límites, unos condicionantes y unos requerimientos éticos que no pueden ser eludidos de ninguna manera. Crear situaciones que pudiera destrozar para siempre la vida de un ser humano con el único fin de que determinadas estructuras o determinados gobiernos se aprovechen de sus logros deportivos es algo que debería ser extirpado absolutamente de raíz. Pero este es un tema tabú que nadie parece querer abordar y hay tantos intereses creados en torno al mundo del deporte que nadie (ni los propios deportistas salvo casos extremos y excepcionales) está interesado en abrir el debate.


En los dibujos superiores, recreación de la participación de Biles en la prueba de barras asimétricas


Hoy, el equipo de gimnasia de Estados Unidos ha conseguido la medalla de oro en el torneo olímpico y parece que ya se puede pasar página de todo lo que ha ocurrido. Todo ha quedado reducido a un "problema mental individual" de una deportista, el ídolo de masas ha regresado a su posición de privilegio y, posiblemente, en los próximos días, volverá a conseguir más medallas. Cuando se produzcan más casos de "juguetes rotos", será difícil que salgan a la luz ante el estruendo y sucesión de torneos, rivalidades y competiciones y, tal vez, los mismos solo ocuparán un espacio en los medios de comunicación si desembocan en una desgracia irreparable, espacio que será ocupado, más pronto que tarde, por los nuevos trofeos y las nuevas medallas conseguidas por los que han ocupado el lugar de los ya olvidados. Sorprendentemente (y por desgracia), la capacidad en los medios de comunicación de hilvanar relatos que ocultan todas las contradicciones y turbiedades de este mundo acaba siendo la cortina de humo perfecta para ofrecer una imagen en el que solo hay luces, colores y algarabía pero, detrás de la misma, pueden estar jugándose el destino de muchas personas cuyas vidas pueden acabar siendo instrumentalizadas de manera tan lamentable como poco edificante.


Simone Biles, como ya ocurrió en Río de Janeiro 2016 e, incluso, en Tokyo 2020 (a pesar de sus problemas), será una de las grandes estrellas de París 2024





Comentarios

  1. Espléndido articulo. La utilización de los deportistas como medio de propaganda nacional, no solo en Estados Unidos, evidentemente. Se les mima, se les cuida, se les dan becas, se les paga... todo desde niños. Para que hagan brillar a su bandera. Y ellos mismos también, claro, pero detrás de ese brillo, como muy bien analizas , hay presión, lágrimas, ignorancia de las necesidades vitales y psicológicas de adolescentes. Detrás del oro... a veces está el barro.

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