Fue allá por 1936 cuando un señor llamado Adolf Hitler, o, más bien, otro conocido con el nombre de Joseph Goebbels, quienes se percataron del potencial publicitario que los Juegos Olímpicos encerraban y, de esta forma, convirtieron los de Berlín 1936 en un instrumento para ensalzar y glorificar el régimen nacional-socialista que ellos encabezaban. El hecho no pudo pasar inadvertido para los dirigentes del Comité Olímpico Internacional (COI), quienes, desde entonces, no han dejado de consolidar la aureola de prestigio y mitificación del evento y de contemporizar con los gobiernos (cualquier tipo de gobierno) para que estos decidieran organizarlo en sus respectivos países tentándolos con su enorme poder propagandístico. Al servicio de este fin, los juegos cada vez han sido más ostentosos, más espectaculares, más grandilocuentes, con instalaciones cada vez más modernas y sofisticadas y, por tanto, cada vez más caros. Y, mientras la economías iban más o menos bien, los gobiernos no veían demasiado problema en gastar abultados presupuestos para organizar las mejores y más brillantes olimpiadas de la historia con el fin de proyectar durante dos semanas la imagen de su país (la imagen que los gobiernos querían transmitir, habría que precisar) por todo el globo terráqueo (Tokyo 1964, México 1968. Munich 1972, Seúl 1988, Barcelona 1992 o Pekín 2008 responden exacta y fielmente a ese modelo). A cambio, el COI solía mirar hacia otro lado ante las violaciones de los derechos humanos (no digamos ya de las arbitrariedades) cometidas por los regímenes políticos de los países donde se celebraban los juegos cada cuatro años. Teniendo en cuenta que, con la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Berlín (con todo un despliegue de uniformes militares, esvásticas y brazos en alto) se había tocado fondo y era difícil alcanzar cotas peores, ni la matanza en la Plaza de las Tres Culturas impidió que se celebrara México 1968, ni el ataque terrorista contra la delegación israelí hizo que se suspendieran los de Munich 1972, ni el totalitarismo de sus respectivos regímenes políticos significó un problema para que tuvieran lugar los juegos de Moscú 1980 ni de Pekín 2008. El COI se había convertido en un emporio empresarial que no le hacía ascos a ningún cliente con el fin de obtener el mayor brillo posible a su producto, esos Juegos Olímpicos que atrapaban la atención de cientos de millones de espectadores en todo el mundo.
En el dibujo superior, recreación de uno de los momentos iniciales de la ceremonia, presidida por Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, y Thomas Bach, presidente del COI
Pero algo ha ido cambiando en los últimos tiempos. Las economías no han continuado funcionando igual de bien que en el pasado, organizar los juegos era cada vez más costoso y los quince días de celebración y todos sus largos preparativos implicaban un sinfín de molestias para los habitantes de las ciudades encargadas de organizarlos, de manera que las candidaturas para acogerlos empezó a reducirse de manera alarmante. Hasta tal punto llegó esta tendencia (agravada por la epidemia de COVID-19 y los casos de corrupción que empezaron a salir a la luz en relación a los diferentes procesos de elección), que el COI, de un golpe, tuvo que decidir el 13 de septiembre de 2017 que fuera París el lugar de celebración de los juegos en 2024 y Los Ángeles, en 2028. El 22 de julio de 2021, también decidió, sin votación previa, que fuera la ciudad australiana de Brisbane la sede de las olimpiadas en 2032. Con ello, se garantizaba que, durante once años, quedara clarificado el horizonte de los juegos y, una vez transcurrido ese tiempo, a ver si las perspectivas eran más halagüeñas, factor este último de decisiva relevancia ya que la compleja situación geopolítica a nivel global e interna de los diferentes países, provocan que el potencial promocional de las olimpiadas quede considerablemente mermado. ¿Quién le iba a decir a París, que llevaba intentado organizar unos juegos desde los de Barcelona 1992, iba a tener que celebrarlos con un gobierno en funciones al frente del país y con una situación sociopolítica tensa y caótica? Lo cierto es que el modelo tradicional de los juegos (dos semanas de celebración en una única ciudad) está en evidente crisis y que solo un modelo más descentralizado (distribuyendo los eventos a lo largo de un país y no solo en una única sede) es la única alternativa razonable para el futuro, tanto en términos organizativos como de reparto de costes. Es decir, unos juegos posiblemente más austeros y menos espectaculares pero económica y ambientalmente más sostenibles en los que el deporte, y solo el deporte, sea el protagonista único y exclusivo.
En el dibujo superior, recreación de la participación de Lady Gaga en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024
Pero hasta que eso ocurra (si llega a ocurrir), estamos bajo el lema circense del "más difícil todavía" y, de este modo, en París 2024 hemos asistido a una ceremonia de apertura celebrada no en el Estadio Olímpico sino en el escenario de la propia ciudad, con el río Sena como protagonista, un espectáculo pensado más para la televisión que para el público asistente en vivo, que supongo que no se habrán enterado demasiado del hilo argumental que ha enlazado los diferentes cuadros que han articulado el evento (de paso, supongo que, tal como se ha hecho, Macron se ha librado de una buena pitada en el estadio de Saint-Denis), con mucha promoción, evidentemente, de las distintas manifestaciones de la cultura francesa (historia, arte, literatura, cine, moda...) y del conjunto arquitectónico de la ciudad de París. Siempre hay algo que me sorprende de la ceremonia inaugural y es la nula presencia del deporte per se en la misma, lo cual es el signo más claro y evidente de que dicha ceremonia se haya convertido en el pilar fundamental de promoción del país organizador y de su gobierno (al menos, en los mundiales de fútbol, por ejemplo, en la ceremonia de apertura siempre se incluye el partido inaugural del torneo, aquí nunca se ha planteado que esté presente alguna competición, lo cual me parecería lo más lógico y coherente) y que, por ello, los mensajes más o menos sutiles o subliminales (o no tanto) no dejen de estar presentes en la sucesión de las diferentes escenas y composiciones. Como ya he dicho antes, el no haber circunscrito la ceremonia a un recinto concreto ha dado a la ceremonia un carácter muy deslavazado, con una mezcla de tonos, ritmos y estilos que ha llegado a ser desconcertante (junto a referencias más clásicas, en algunos momentos me ha parecido encontrar ecos hasta del cine de Gaspar Noé o de los espectáculos teatrales de Jan Fabre), lo cual se ha visto agravado por su larga (larguísima) duración, explicable porque los grandes recorridos que había que realizar por parte de los participantes en el acto provocaban largos tiempos muertos que había que rellenar de alguna manera Hay que aplaudir la audacia de la decisión pero, para otra ocasión, si se repite la misma idea, habrá que pulir muchísimos aspectos de la ceremonia. La lluvia ha podido deslucir algo el acto pero la realización de la televisión francesa ha hecho posible que se haya tratado de un detalle menor que, a la postre, ha sido irrelevante.
En los dibujos superiores, recreación de algunos de los momentos de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024
Como suele suceder siempre los momentos del izado de la bandera olímpica, la realización del juramento olímpico y el encendido del pebetero son instantes de tanta emoción que, por mucho que se pretenda, resulta bastante difícil estropearlos. No ha sorprendido ni puede sorprender que Zinedine Zidane, Amelie Mauresmo, Tony Parker o Marie-José Perec, al ser algunos de los deportistas franceses de mayor renombre, hayan sido algunos de los últimos relevos de la antorcha olímpica, con ese fuego encendido en la misma Olimpia, según la tradición, pero que también hayan participado deportistas no franceses (incluso, hasta uno español, lo cual, tratándose de Francia, ya es decir) como Rafa Nadal, Serena Williams, Carl Lewis o Nadia Comaneci rompe parcialmente esa regla no escrita por la que esos últimos tramos solo los realizan deportistas nacionales, lo cual demuestra que, posiblemente, los franceses no sean tan chovinistas como se dice (y si lo son, no lo son tanto como pueden serlo en cualquier otro país o lo son, en todo caso, en la misma medida) Además, hasta han participado en la ceremonia una cantante estadounidense como Lady Gaga y otra canadiense como Céline Dion por lo que el evento ha venido a tener un carácter algo más cosmopolita de lo acostumbrado.
En resumen, un evento que, básicamente, ha cumplido la misma función que sus precedentes, con la idea nueva de realizarla fuera del estadio principal, y en el que, por supuesto, el deporte, salvo el homenaje a los deportistas veteranos y a la historia del olimpismo, ha estado completamente ausente. Porque, para las autoridades, los Juegos Olimpicos, no sé si ya lo he dejado lo suficientemente claro, son, en realidad, otra cosa muy distinta. Y esta ceremonia, como todas las anteriores, ha vuelto a demostrarlo con nitidez y contundencia.
En los dibujos superiores, recreación de algunos de los momentos que nos ha dejado la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024
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