A la izqda., imagen procesada del novelista estadounidense James Ellroy a partir de la fotografía original de Mark Coggins tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/James_Ellroy#/media/Archivo:JamesEllroy.jpg. A la dcha., portadas de los libros más significativos y relevantes de James Ellroy
(Este artículo fue publicado originalmente en el blog Cita en la glorieta el 25 de mayo de 2018)
Desde que Dashiell Hammet, Raymond Chandler y James M. Cain fijaran en los años 30 del pasado siglo las bases del género negro, estas han demostrado ser lo suficientemente potentes y flexibles como para adaptarse y seguir siendo válidas en circunstancias temporales, sociales y geográficas bien diversas y variadas. Por ello, no es de extrañar que el noir haya salido de sus cauces originales para acabar visitando entornos insospechados y encontrándose con otros géneros que lo han enriquecido y revitalizado hasta lograr abrir nuevos caminos de indudable valía y calidad.
Imagen creada con Midjourney
Una convergencia que llama la atención porque ha sido asumida con naturalidad y no se suele poner el énfasis en la trascendencia y posibilidades que abre es la del género histórico con el género negro y en la misma ocupa un lugar de privilegio la llamada trilogía de los bajos fondos de Estados Unidos: América (1995), Seis de los grandes (2001) y Sangre vagabunda (2009). Pero para comprender la línea que lleva a la realización de este colosal terceto de novelas, hay que retroceder algunas décadas atrás, concretamente a 1966, año de la publicación de A sangre fría de Truman Capote. Costaría trabajo decidir si debiéramos adscribir esta novela al género criminal o al género del reportaje periodístico (vertiente new journalism, al menos como antecedente obvio), pero es evidente que este título supuso un enorme paso adelante de cara a mostrar la posibilidad de convertir unos hechos criminales sucedidos realmente en una obra literaria en forma de relato. El segundo hito es una obra confesional del propio Ellroy, Mis rincones oscuros, publicada en 1996 (es decir, casi al mismo tiempo que la primera novela de su referida trilogía) en la que confiesa que fue el asesinato nunca aclarado de su madre el hecho que sirvió de espoleta para que él decidiera dedicarse al género negro.
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La trilogía de los bajos fondos supone dar un paso adicional a la exposición en forma de narración de unos delitos cometidos en la vida real. Porque en las tres novelas los elementos reales con los ficcionales se combinan para arrojar luz sobre la historia de Estados Unidos desde 1958 hasta 1972 o, lo que viene a ser lo mismo, desde el triunfo de la revolución castrista en Cuba hasta justo antes del estallido del Watergate, con el asesinato de Kennedy como centro de gravedad de todo el arco narrativo. El hecho de que se produzca este mestizaje entre realidad y ficción va más allá de una mera maniobra de audacia narrativa. Porque de lo que en realidad se trata es de reconocer que los parámetros del noir ofrece un marco explicativo perfecto para comprender la evolución y devenir del país, en paralelo a la circunstancia de que esos mismos parámetros son válidos para comprender la propia vida del autor. Porque si en la biografía de Ellroy el asesinato de su madre es el hecho que marcará toda su existencia, en la historia de Estados Unidos otro asesinato sin resolver, el del presidente Kennedy, será el agujero negro que marcará toda la trayectoria de la nación.
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Del mismo modo que en cine los hermanos Coen van deconstruyendo sucesivos géneros con el fin de comprender la cultura estadounidense y, en última instancia, toda la idiosincrasia del país, Ellroy se centrará en el noir para intentar dar sentido al sinsentido que marcó su vida y al sinsentido que, como una llaga purulenta, ensombreció el estado de ánimo de Estados Unidos (y sigue, en realidad, ensombreciendo) poniendo fin al optimismo de un país y sembrando la sospecha de que poderes ocultos se movían en la oscuridad para decidir en función de intereses inconfesables el destino de la nación. Los parámetros del género negro son, de este modo, algo más que las estructuras de un artefacto estético para ser la confesión imposible de que, por debajo de las apariencias, el crimen y el delito eran las fuerzas que marcaban la evolución de una sociedad, socavando sus, en principio, inmarcesibles fundamentos.
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En un ejercicio de literatura comparada, podríamos detectar un ejercicio similar al de la trilogía de Ellroy en otra novela muy diferente como es Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa, que también combina hechos reales con elementos ficcionales. Si la frase emblemática de esta obra es: “¿En qué momento se jodió el Perú?”, la pregunta que sobrevuela la obra de Ellroy sería: ¿En qué momento se jodió Estados Unidos?¿En qué momento la utopía de los fundadores dio paso a un sistema en el que las fuerzas oscuras marcaban el rumbo y podían asesinar impunemente a un presidente y a su hermano, claro aspirante también a la presidencia tras su victoria en las elecciones primarias de California?
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Ellroy mezcla relato e Historia, hace un mestizaje atrevido entre la novela negra y la novela histórica, para que el escándalo de su denuncia se pueda deslizar subrepticiamente por las estanterías de las librerías entre la duda de sus lectores y el titubeo de los potenciales censores, quienes no sabrán a qué atenerse con un autor que parecerá estar deslumbrándonos con una narración vasta e intensa pero que, en el fondo, albergará el lamento enfurecido por el destino de unos sueños que han sido arrojados a la basura.
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