"AULLIDO" DE ALLEN GINSBERG: GRITO, DELIRIO Y CONSTATACIÓN

A la izqda., imagen creada por Midjourney. A la dcha., fotografía publicada en la revista Search and Destroy entre 1977 y 1979, publicación fundada por Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti que documentó los inicios del movimiento punk (Fuente: www.archive.org)

 

"Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo"

Estos son los dos primeros versos (más bien, versículos) de Aullido, el poema más famoso de Allen Ginsberg. Publicado en 1956 por City Lights Books, la editorial de San Francisco creada por el también poeta Lawrence Ferlinghetti, quien, como tributo a su atrevimiento de editar un texto tan audaz y rompedor para su época, fue detenido bajo la acusación de promover la obscenidad y tuvo que ver cómo, durante un año, el libro fuera prohibido hasta que en 1957 un juez autorizó su difusión bajo el criterio de que era una obra de probado interés artístico y social. Tanto Ginsberg como Ferlinghetti (junto a Jack Kerouac, William S. Burroughs, Lucien Carr, Herbert Huncke, John Clellon Holmes, Carl Solomon, Philip Lamantia, Gregory Corso, Peter Orlovsky, Diane di Prima, Elise Cowen, Joan Vollmer Adams, Ruth Weiss, Diane Wakoski, Leonore Kandel, Marge Piercy y Denise Levertov) formaban parte de la llamada "Generación Beat", un grupo de escritores de los años 50 que  desafiaron y pusieron en cuestión los valores estadounidenses tradicionales, defendieron la libertad sexual y el consumo de drogas y se dedicaron al estudio y divulgación de la filosofía oriental, siendo el germen de la contracultura y el movimiento hippie que conocieron su explosión en la década de los 60. En el famoso artículo de 1959 de Norman Mailer "El negro blanco: Reflexiones superficiales sobre el «hipster»" (el término hipster nació en la década de los 40 en los ambientes del jazz haciendo referencia a quienes conocían el mundo de la cultura afroamericana de la época y más tarde se extendió a todos los bohemios de la vida nocturna que tenían precisamente en su predilección por el jazz uno de sus rasgos identificativos esenciales), el escritor norteamericano afirmó que esa figura era inseparable del contexto social y cultural de esos años, marcado por "los estragos psíquicos que fenómenos como los campos de concentración y la bomba atómica causaron en el inconsciente de casi todas las personas que vivieron aquella época. (...) Por todos los poros la vida norteamericana ha exudado hedor a miedo y padecemos una falta colectiva de nervio. Con raras excepciones, el único valor del que hemos sido testigos ha sido el valor aislado de personas aisladas. (...) En este desolado escenario es donde ha hecho su aparición el fenómeno del existencialista norteamericano, el hipster.". Mailer encuentra la justificación de dicha aparición en las características descritas del contexto existente: "si el destino del hombre del siglo XX es convivir con la muerte desde la adolescencia hasta la senectud prematura, la única respuesta vivificante es aceptar las condiciones de la muerte, convivir con la muerte como peligro inmediato, separarse de la sociedad, existir sin raíces, emprender un viaje sin mapa a los rebeldes imperativos del yo". Este impulso se materializó a través del encuentro en la noche de determinadas grandes ciudades de tres grupos sociales muy diferentes: los intelectuales de la bohemia, los delincuentes juveniles y la población de raza negra: "... no es asombroso que en determinadas ciudades de Estados Unidos, como por ejemplo –y, naturalmente– Nueva York, así como Nueva Orleans, Chicago, San Francisco y Los Ángeles, ciudades norteamericanas similares a París o México D. F., esa parte específica de una generación se sintiera atraído por lo que el negro tenía que ofrecer. En sitios como Greenwich Village tuvo lugar un ménage á trois, pues el bohemio y el delincuente juvenil se encontraron cara a cara con el negro, y el hipster fue un hecho de la vida norteamericana". Este retrato histórico y sociocultural que realiza Mailer en su mítico artículo encuentra su plasmación poética en los dos primeros versículos de Aullido: "las mejores mentes de mi generación" serían los intelectuales de la bohemia, "las calles de los negros" serían el espacio físico y cultural que pasaría a ser el escenario de las vivencias y experiencias de la generación beat  y "el colérico pinchazo" sería el chute de droga suministrada por los camellos que harían su negocio en los bares, garitos y salas de fiestas abiertos durante las madrugadas canallas de las ciudades más cosmopolitas de los Estados Unidos. Un triángulo que fue tan revolucionario como trágico ("mentes... destruidas por la locura"), tan provocativo como desolador ("mentes... hambrientas histéricas desnudas").


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"que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limusinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África"

No es fácil seguir el hilo por el que Ginsberg nos conduce a través de Aullido, los versículos se van sucediendo en una especie de delirio bíblico y espectral en el que resulta casi imposible hallar un orden lógico. Sin embargo, es ese caos alucinatorio tanto el medio expresivo esencial del poema como su propia y genuina sustancia. La opción elegida por la generación beat fue la del caos, pero no cualquier caos sino un caos basado en una conjunción insólita de elementos filosóficos y experiencias disruptivas. El primero de los versículos transcritos ya encadena tres nombres que muestran la asombrosa pluralidad de autores de la que se nutrió el pensamiento de esta generación: Plotino, Edgar Allan Poe y San Juan de la Cruz, además de añadir la influencia de la cábala judía y de la cosmovisión de los indios nativos norteamericanos. Dentro de la relativa coherencia que podemos hallar entre el neoplatonismo del filósofo griego Plotino, el misticismo del santo nacido en el pueblo abulense de Fontiveros, el pensamiento esotérico judío y la mitología de los pueblos originarios norteamericanos, todo ello unido por una concepción de la trascendencia y la espiritualidad heterodoxa y divergente en relación a la dominante en la sociedad estadounidense de los años 50, se inmiscuye un elemento extraño y oscuro, una especie de cuña siniestra que es el reverso de la luminosidad y el optimismo que podría representar el resto de nombres enumerados: el nombre de Edgar Allan Poe. El genio de Boston (1809-1849) siempre se recreó en sus poemas y relatos en los detalles más morbosos, escabrosos y truculentos, algo que iba en consonancia con su triste y convulsa biografía (sus padres murieron cuando él era solo un niño, fue recogido por una familia adinerada con la que siempre tuvo profundas diferencias, vivió la temprana muerte de su esposa y su alcoholismo terminó acabando con su vida). Esta paradójica dualidad (la combinación de un heterodoxo misticismo con la acumulación de vivencias audaces, frenéticas y autodestructivas) fue la que guió la conducta de dicha generación. En la adaptación cinematográfica que el director brasileño Walter Salles realizó de la novela En la carretera de Jack Kerouac, el pesonaje de Carlo Marx (trasunto del propio Allen Ginsberg) dice una frase que es muy relevante y significativa y que refleja  a la perfección el espíritu de sus integrantes: “He descubierto que al final del arco iris sólo hay mierda y pis. Pero el saberlo me ha hecho ser libre”. Se trataba de iniciar un viaje en el que, acumulando vivencias extremas y situaciones límite, sumergidos en noches enardecidas, narcóticas y exuberantes, recorriendo cada rincón de Estados Unidos para descartar cualquier posibilidad ignorada de redención o escapatoria (las fases purgativas e iluminativas del proceso místico desarrolladas a través de nocturnidad, carreteras, autopistas, sexo, drogas y música jazz), se llegara a una especie de nirvana liberador, una ruptura total y absolutamente personal con el orden establecido y alcanzar niveles superiores de sapiencia y autonomía individual. Pero, al final del arco iris, solo había mierda y pis y el desenlace de la historia fue un callejón sin salida triste y estéril.


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"¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland
donde estás más loco de lo que yo estoy
Estoy contigo en Rockland
donde te debes sentir muy extraño
Estoy contigo en Rockland
donde imitas las sombra de mi madre
Estoy contigo en Rockland
donde has asesinado a tus doce secretarias
Estoy contigo en Rockland
donde te ríes de este humor invisible
Estoy contigo en Rockland
donde somos grandes escritores en la misma horrorosa máquina de escribir"

No es anecdótico el hecho de que el poema está dedicado explícitamente al poeta Carl Solomon (tras la dedicatoria inicial –en la que se menciona a Jack Kerouac, William S. Burroughs y Neal Cassady–, el poema inicial que da título al libro está encabezado con la expresión "AULLIDO/para/Carl Solomon") y las circunstancias en las que él y Ginsberg se conocieron dan cuenta precisa del caldo de cultivo en el que se desenvolvió la generación beat. Solomon y Ginsberg se encontraron (tal como los versículos transcritos mencionan obsesivamente) en Rockland, el hospital psiquiátrico del estado de Nueva York. Carl Solomon quedó impactado por las ideas surrealistas y dadaístas en sus viajes a Europa y le impresionó especialmente un recital de poesía dado por Antonin Artaud. Al volver a Estados Unidos, ejerció de apóstol del dadaísmo hasta que decidió ingresar voluntariamente en Rockland. Ginsberg, por su parte, acabó en dicho hospital como alternativa a entrar en la cárcel como consecuencia de haber participado en una serie de pequeños robos. Carl Solomon terminó escribiendo el libro Report from the Asylum: Afterthoughts of a Shock, en el cual describe sus vivencias en dicha clínica y, en concreto, las terapias de electroshock a las que fue sometido. En su ingreso voluntario, siguió los pasos de su admirado Antonin Artaud, quien también ingresó en un psiquiátrico y también recibió terapia de eletrochoque, solo que, en su caso, su internamiento fue impuesto con carácter forzado por el gobierno francés. Da la sensación de que Solomon, sin poder escapar del asombro provocado por la lectura (probablemente extrema y delirante) que hizo Artaud de sus propios poemas, decidió seguir sus pasos, compartir su descenso a los infiernos (en una fascinación por la locura que también hemos vivido, por ejemplo, en nuestro país en torno a la figura de Leopoldo María Panero) y derrumbarse hasta el mismo fondo de la existencia para poder aflorar con una visión nueva y renovada del mundo y de la realidad y una actitud libre de cadenas, atavismos y prejuicios. De Artaud a Solomon, ese mismo razonamiento pareció transmitirse a Ginsberg, que, en Aullido, traza de manera oscura la crónica de un colapso con vocación (probablemente ilusoria) de resurrección. Su febril poema narra un viaje real o soñado a través de las tierras de Estados Unidos y, más allá, un proceso plenamente consciente de autodestrucción con el fin de crear a un ser humano que fuera promesa de un futuro diferente ("Estoy contigo en Rockland/donde acusas a tus doctores de locura y planeas la revolución socialista hebrea contra el Gólgota nacional fascista"). Solo así podemos entender correctamente el tono del poema, que va más allá del aparente delirio para convertirse en el relato épico de una ruta devastadora cuyo presunto destino era un luminoso porvenir (que nunca fue alcanzado).


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"¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas!¡levantando la ciudad que existe y está alrededor nuestro!"

Aullido es, a su modo, un cantar de gesta de una hazaña que se imaginó como tal realizada por unos héroes que se creyeron como tales pero que quedó agotada en un empeño abrasador que llevó a los creyentes en ella al vacío y la extenuación. Cabe preguntarse, desde el punto de vista actual, en qué medida los postulados de la generación beat, de la contracultura, del movimiento hippie y de todas las corrientes contestatarias que sacudieron el mundo a partir de la década de los 50 lograron influir decisivamente en la sociedad, lo llegaron a hacer, incluso, negativamente o si fueron meramente irrelevantes. La cuestión es inseparable de la sobrevaloración que se ha otorgado crecientemente a los creadores e intelectuales en el desenvolvimiento de las dinámicas sociales sin atender al contexto y circunstancias en los que aquellos desarrollan su vida y actividad. Al final, es ese contexto y esas circunstancias los que imponen su ley y determinan la mayor o menor repercusión de sus obras, trabajos y reflexiones. Por ello. Norman Mailer fue muy lúcido al ubicar la aparición de los denominados hipsters en una coyuntura histórica muy precisa y determinada, sin la cual hubiera sido inexplicable la aparición de ciertas posturas, opiniones y actitudes. Pero, a partir de dicha premisa, el futuro nunca está escrito y lo que tenemos que contemplar con perspectiva y la suficiente amplitud de miras es cómo cada persona y cada generación ha luchado y batallado con dichas circunstancias y cómo es el legado que han dejado a la posteridad.  Todas estas corrientes y movimientos críticos y contestatarios emprendieron batallas cruciales para ampliar el campo de la libertad de expresión y la libertad sexual pero al final no fueron capaces de realizar propuestas constructivas que arraigaran permanentemente en la sociedad y lograran su transformación fructífera y efectiva (bastantes de las que hicieron se ubicaban lejos de la realidad práctica y cotidiana, algunas fueron incluso inequívocamente atroces y deleznables). Aullido es una obra excelsa de la poesía contemporánea, la expresión innovadora y revolucionaria de una forma de vida al margen de ortodoxias y convenciones, la crónica épica del sacrificio de unos seres humanos en el altar de un cambio que anhelaban frente a un mundo que detestaban y por el que sentían una honda repulsión, pero, tras el grito de hartazgo frente a una realidad gris, acartonada y represora y el delirio en el que se sumergieron para descubrir y explorar nuevas dimensiones y cartografías, solo es posible una cruda y amarga constatación: muchas veces, la inmolación es el recurso desesperado de quienes llegan a la conclusión de que no tienen otra alternativa posible que ofrecer. El resultado final asemeja el asomarse a un precipicio: el contemplar el abismo genera una mezcla indefinible de temor, vértigo y fascinación. Aullido es la fotografía sincera, fidedigna y, en última instancia, aterradora de ese confuso y caótico sentimiento, un ciclón avasallador que dejó como herencia joyas literarias deslumbrantes y un repertorio abrumadoramente amplio de biografías destrozadas.

“… ¡ellos lo vieron todo!¡los ojos salvajes!¡los santos gritos!¡dijeron hasta luego!¡saltaron del techo!¡hacia la soledad!¡despidiéndose!¡Llevando flores!¡Hacia el río!¡por la calle!”

"y ahora Denver extraña a sus héroes"


LECTURA DE AULLIDO POR PARTE DE ALLEN GINSBERG EN LA KNITTING FACTORY DE NUEVA YORK:





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