MOTOS vs BRONCANO: CIFRAS DE UN ESPEJISMO

A la izqda., Pablo Motos. A la dcha., David Broncano

 

Todos seguramente recordamos dónde nos encontrábamos y qué estábamos haciendo cuando se produjo el intento de golpe de estado de 23 de febrero de 1981,  cuando cayó el muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 o cuando tuvieron lugar los atentados del 11 de septiembre de 2001. Más difícil sería recordar el momento exacto en que muchos empezamos a perder la confianza en los medios de comunicación tradicionales. Probablemente, no haya un instante concreto sino una sucesión de hechos, un encadenamiento de versiones dudosas, parciales y sistemáticamente sesgadas sobre los acontecimientos de la actualidad. Quizás, hemos tomado conciencia de que, detrás de cada medio de comunicación, sea periódico, cadena de televisión o cadena de radio, hay unos intereses que siempre van a intentar guiar a su favor la información que se suministra a la audiencia. O, tal vez, habiéndolo sabido siempre, nos hemos llegado a dar cuenta de que, progresivamente, se ha perdido el mínimo barniz de profesionalidad y honestidad que era necesario para salvar, por un lado, la compostura y, por otro, la fidelidad del público y, ahora, en cambio, ya todo es un aferrarse desesperadamente a la capacidad de manejar y manipular las opiniones colectivas para que las mismas no se aparten de determinados cauces y orientaciones. O, quién sabe, todo ha sido siempre igual y lo que ocurre es que ya no somos tan cándidos, ingenuos y crédulos como en el pasado y no nos apetece dedicar nuestro tiempo a atender a consignas previa y meticulosamente establecidas y diseñadas. Lo cierto y verdad es que, cada vez con mayor intensidad, los medios convencionales son abandonados por una audiencia crecientemente descreída que busca alternativas de información, no siempre rigurosas pero siempre dispuestas a ofrecer enfoques alternativos a los medios tradicionales. Cualquiera podría pensar que un problema de credibilidad se resuelve redefiniendo, ajustando y corrigiendo la política informativa a unos cauces que permitan recuperar la confianza del público. Lo cual es cierto. Pero cuando la situación social, económica y política está en un punto límite (tal como lleva ocurriendo en los últimos veinte años), dicho margen de maniobra no existe y, entonces, se recurre a todo tipo de rodeos, vericuetos y subterfugios que permitan eludir la realidad, no afrontarla y llegar a creer que nada hay que hacer porque todo puede seguir siendo perfectamente igual.


Imagen creada con Midjourney


Allá por la década de los 90, el gran enfrentamiento en los medios de comunicación españoles se produjo en las ondas de radio, concretamente en los programas de información deportiva que comenzaban a medianoche. A un lado del ring, José María García con su programa Supergarcía en la Hora Cero, primero en Antena 3 Radio y, después, en la COPE para, al final, recalar en Onda Cero. Al otro lado, José Ramón de la Morena con El Larguero, en la Cadena Ser. Fue, evidentemente, un enfrentamiento entre programas y periodistas. Pero no solo fue eso. Detrás de ello, hubo también una rivalidad entre grupos empresariales. Por un lado, el grupo PRISA (formado por la Cadena SER, el diario El País y Canal Plus) y, por otro, un conglomerado de medios que querían desafiar el liderazgo del grupo hegemónico (El Mundo, ABC, Antena 3 –cuya emisora de radio terminaría siendo absorbida por PRISA y su emisora de televisión por el Grupo Z de Antonio Asensio–, Diario 16, la Cadena Cope...). Pero, de fondo, estaba el choque que justificaba y era la explicación final de la batalla: la lucha entre el PSOE de Felipe González y el PP de José María Aznar, el combate puro y despiadado para dilucidar quién ostentaba el poder en España. En estos días, a la altura del año 2024, parece repetirse un enfrentamiento similar. Ahora, en la señal digitalizada de las televisiones. Por un lado, Pablo Motos con El Hormiguero en Antena 3 Televisión. Por otro, David Broncano con La Revuelta en RTVE. Pero, como dijo Marx, la historia se repite dos veces: una, como tragedia, otra, como farsa. Y, en esta ocasión, la guerra tiene mucho más de conjunto de maniobras de distracción que de combate real y auténtico cuerpo a cuerpo.


Imagen creada con Midjourney


Gane quien gane en la rivalidad entre La Revuelta y El Hormiguero, al contrario de lo que se jugaba en el enfrentamiento radiofónico de los años 90, no redundará en el futuro en un cambio apreciable en las posiciones respectivas de Antena 3 Televisión y RTVE. RTVE seguirá siendo una corporación pública que seguirá disponiendo de financiación de los Presupuestos Generales del Estado y Antena 3 seguirá teniendo una posición privilegiada, con mayor o menor peso, dentro del duopolizado mercado televisivo español. Tampoco parece que esta batalla vaya a tener una repercusión especialmente significativa dentro del enfrentamiento entre PSOE y PP. Se dice que el Presidente del Gobierno ha ejercido una importante presión para que David Broncano fichara por RTVE porque su deseo era crear una competencia a El Hormiguero al considerar que este era excesivamente crítico con su gestión y que había que limitar sus cifras de audiencia. El problema es: ¿acaso podemos pensar que, en los tiempos actuales, una victoria de La Revuelta va a tener alguna repercusión verdaderamente significativa en los resultados electorales? Vayamos al núcleo de la cuestión: a día de hoy, la fragmentación de la audiencia convierte la batalla en el prime time en un ejercicio de fuegos de artificio con más ruido que nueces. Podemos acudir a las cuotas de pantalla de ambos programas desde el momento de estreno de La Revuelta hasta el 29 de octubre, es decir, en total 30 programas, lo cual parece una cifra relevante para hacer ya un análisis en perspectiva. Estos son los números:



Según estas cifras, que nadie parece discutir porque son las que todos toman como referencia para valorar el número de espectadores de las respectivas emisiones, un 67,9% como media de toda la audiencia (es decir, algo más de dos tercios) no ve diariamente ninguna de las dos cadenas de televisión en el segmento horario donde ambos programas compiten. No solo eso sino que la tendencia de personas despreocupadas por la que se supone que es la "madre de todas las batallas" en los medios de comunicación va subiendo sin prisa pero sin pausa desde el momento en que se inició el enfrentamiento. De hecho, en las últimas siete emisiones, esa cifra ha superado sistemáticamente el 70% de la audiencia. En el siguiente gráfico, ello se aprecia con claridad en la línea superior, que es la que recoge la evolución de dicho dato.


Fuente: Barlovento Comunicación


Creo que la conclusión está clara. Es muy posible que la "gran batalla" entre Motos y Broncano sea objeto de interés por parte de un segmento apreciable de la audiencia pero NO de la mayor parte de la audiencia, que se mantiene indiferente ante la rivalidad entre ambos programas. Por ello, llama poderosamente la atención de que ya no solo desde RTVE y Antena 3, sino desde otros medios intentan amplificar la contienda queriendo generar la impresión de que toda España está pendiente de lo que ambos comunicadores ofrecen cada noche. Esto que quieren transmitir no corresponde, sencillamente, a la realidad. Posiblemente, sea un intento (no sé si, en parte, desesperado, si, a lo mejor, queriendo ignorar el alcance auténtico de los datos) por crear la apariencia de que los medios de comunicación tradicionales siguen siendo fundamentales en la formación de opinión dentro de la sociedad española. Por culpa de los errores en los que esos medios se obcecan de forma contumaz y arrogante (el que estamos viendo es uno más de los mismos), ello es una entelequia cada vez más alejada. El intento (entre ingenuo, risible y un punto irracional) de querer demostrar lo contrario cuando los datos no apoyan tal argumento solo nos puede conducir a pensar que a dichos medios les sucede lo mismo que les pasaba a los protagonistas de Los otros (2001) de Alejandro Amenábar: que están muertos y todavía no se han dado cuenta de ello.


A la izqda., Pablo Motos. A la dcha., David Broncano





Comentarios

  1. Magnífico análisis de una realidad que no es solo española, pero que en nuestro país adquiere dimensiones tragicómicas. La gente empieza a darse cuenta de que todo es un permanente show para que no pensemos demasiado. El concepto "entertainment" con aparentes trazos de profundidad no puede disfrazar la realidad: la mediocridad de la programación y el agotamiento de la audiencia. Y, por supuesto, de la información, siempre sesgada, no hablamos. Triste panorama regido -- y barrido -- por intereses económicos y sociopolíticos que plantea, en algunas cosas, una dicotomía teóricamente de fondo pero que, formalmente, sigue las mismas pautas generales de alietanción de la auidencia. El agotador discurso manipulador de los poderes fácticos y sus títeres políticos con tenues diferencias no esenciales y nula capacidad crítica y autocrítica. En medio de todo esto, de vez en cuando, alguna sesión de cine o de viajes nos permite respirar.

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  2. Yo soy de los que no veo ninguno de los dos programas, aunque reconozco que sigo la rivalidad entre ambos. Lo que si comparto es que están muertos y no lo saben, pero todas las cadenas convencionales.

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    1. Efectivamente, el problema lo tienen todos los medios convencionales.

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