Una seña de identidad de los tiempos actuales es el postulado de que la realidad no es una entidad sólida y unívoca sino que pueden llegar a existir tantas realidades como observadores hay que la contemplen. A este respecto, es más que significativo el hecho de que el intelectual conservador Paul Johnson, en su monumental obra Tiempos modernos (1983), datara la fecha de inicio de la contemporaneidad el 29 de mayo de 1919, cuando las fotografías de un eclipse solar, tomadas en la isla del Príncipe, frente al África Occidental, y en Sobral, Brasil, confirmaron los postulados de la teoría de la relatividad de Einstein. Y es que los avances de la física han sido fundamentales para que las concepciones intelectuales colectivas hayan ido arrinconando poco a poco el racionalismo cartesiano y hayan dejado paso a visiones mucho más dúctiles, flexibles y ambiguas. La física cuántica, asentada sobre el principio de indeterminación de Heisenberg y su implicación de que es imposible establecer simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula, se construye no a partir de certezas absolutas sino de porcentajes de probabilidad. Aunque la teoría de la relatividad es determinista, según la famosa frase de Einstein de que "Dios no juega a los dados", la posibilidad que abrió a la realización de viajes en el tiempo (y, por ello, a la potencial aparición de diversas líneas temporales simultáneas derivadas de potenciales alteraciones del pasado) y su principio esencial de que el tiempo no transcurre igual para un grupo de observadores sino que depende de la velocidad a la que los mismos viajan son implicaciones que desafían la creencia en el carácter nítido y pétreo de la realidad. Todo ello ha desembocado en esa posmodernidad que hace de la "multirreferencialidad" una de sus banderas, en esa continua apelación a los "relatos" como modelos explicativos de la realidad y a la popularización del concepto de "multiverso", es decir, la existencia de múltiples universos alternativos y paralelos. El arte y la creación, poco a poco, pero de manera crecientemente intensa, han ahondado en el carácter escurridizo de lo "real" y en la condición precaria y engañosa de nuestras percepciones, incluso aquellas que parecen más fiables y contundentes. Al mismo tiempo, y de modo inseparable a todo el contexto que hemos descrito, han surgido narraciones y fabulaciones bajo la premisa de la expresión inglesa What If?, es decir, cómo sería algo si hubiera tomado, en algún momento, una dirección diferente a aquella que finalmente tomó. ¿Qué hubiera pasado si Gavrilo Princip no hubiera logrado asesinar a Francisco Fernando de Austria y a su esposa en Sarajevo?¿Cómo hubiera sido la Historia de Alemania si Adolf Hitler hubiera llegado a morir en la I Guerra Mundial?¿Cómo sería hoy la política de Estados Unidos si John Fitzgerald Kennedy no hubiera visitado Dallas el 22 de noviembre de 1963? Lo que hoy traigo a La dimensión súbita es una derivación humilde y modestísima de este conjunto de tendencias: ¿cómo podrían ser los carteles de grandes clásicos de la historia del cine realizados con una aplicación de inteligencia artificial (en este caso, Midjourney)? La respuesta la tienen a continuación. 48 títulos que son reinterpretados y resintetizados de un modo muy particular y peculiar. Es ver el pasado desde los medios y herramientas del año 2024. Es, como se decía en la primera temporada de True Detective, imaginar que lo que consideramos tridimensional es, en realidad, un espacio plano, que el tiempo es una mera ilusión sobre la que cabalgamos sin saber que el corcel solo existe en nuestra imaginación.
VÍDEO EN EL CANAL DE YOUTUBE DE LA DIMENSIÓN SÚBITA
Qué maravilla de artículo... y trabajo. No es recreación, es creación a partir de nombres y conceptos. Arte puro.
ResponderEliminar